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Otras semillas cayeron entre espinos: los espinos crecieron y las sofocaron, de manera que no dieron fruto. (Evangelio según San Marcos 4, 7)
y le dieron la noticia: ¡Es Jesús, el nazoreo, que pasa por aquí! (Evangelio según San Lucas 18, 37)
Porque llegarán días en que se dirá: «Felices las mujeres que no tienen hijos. Felices las que no dieron a luz ni amamantaron.» (Evangelio según San Lucas 23, 29)
Los discípulos no se dieron cuenta de esto en aquel momento, pero cuando Jesús fue glorificado, recapacitaron que esto había sido escrito para él y que lo habían hecho para él. (Evangelio según San Juan 12, 16)
El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes dieron muerte colgándolo de un madero. (Hecho de los Apóstoles 5, 30)
Pedro y Juan dieron testimonio y, después de predicar la Palabra del Señor, volvieron a Jerusalén. Por el camino evangelizaron varios pueblos de Samaría. (Hecho de los Apóstoles 8, 25)
Judas y Silas, que también eran profetas, dieron ánimo y confortaron a los hermanos con un largo discurso. (Hecho de los Apóstoles 15, 32)
Apenas dejaron la cárcel fueron a casa de Lidia. Allí se encontraron con los hermanos, a los que dieron ánimo y antes de marcharse. (Hecho de los Apóstoles 16, 40)
Pero cuando se dieron cuenta de que era judío, todos a una voz se pusieron a gritar, y durante casi dos horas sólo se oyó este grito: «¡Grande es la Artemisa de los efesios!» (Hecho de los Apóstoles 19, 34)
Todos, por supuesto, dieron gloria a Dios por lo que escuchaban, pero luego le dijeron: «Bien sabes, hermano, cuántas decenas de millares de judíos han abrazado la fe en Judea, y todos ellos son celosos partidarios de la Ley. (Hecho de los Apóstoles 21, 20)
Así lo hice en Jerusalén con los poderes que me dieron los jefes de los sacerdotes: hice encarcelar a muchos creyentes, y cuando eran condenados a muerte, yo di también mi voto. (Hecho de los Apóstoles 26, 10)
A pesar de que conocían a Dios, no le rindieron honores ni le dieron gracias como corresponde. Al contrario, se perdieron en sus razonamientos y su conciencia cegada se convirtió en tinieblas. (Carta a los Romanos 1, 21)