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Al llegar a un cierto lugar, se dispuso a pasar allí la noche pues el sol se había ya puesto. Escogió una de las piedras del lugar, la usó de cabecera, y se acostó en ese lugar. (Génesis 28, 11)
Sintió miedo y dijo: «¡Cuán digno de todo respeto es este lugar! ¡Es nada menos que una Casa de Dios! ¡Esta es la Puerta del Cielo!» (Génesis 28, 17)
En el camino vio un pozo, y cerca de él descansaban tres rebaños de ovejas, pues era en este pozo donde tomaban agua los rebaños. Una gran piedra cubría la boca del pozo. (Génesis 29, 2)
Allí se juntaban todos los pastores, removían la piedra, sacaban agua para los rebaños y volvían a colocar la piedra sobre la boca del pozo. (Génesis 29, 3)
Los pastores respondieron: «No podemos hacer eso hasta que no se junten todos los rebaños y se haya sacado la piedra de la boca del pozo. Entonces damos de beber a las ovejas.» (Génesis 29, 8)
Apenas Jacob vio a Raquel, hija de Labán, hermano de su madre, se acercó al pozo, movió la piedra de la boca del pozo y dio agua a las ovejas de Labán. (Génesis 29, 10)
Labán invitó a todos los del lugar y dio un banquete, (Génesis 29, 22)
En el tiempo de la siega del trigo, salió Rubén y encontró unas manzanas silvestres en el campo; y se las llevó a su madre Lía. Las vio Raquel y dijo a Lía: «Por favor, dame alguna de esas manzanas silvestres que ha traído tu hijo.» (Génesis 30, 14)
Cuando por la tarde llegaba Jacob del campo, Lía salió a su encuentro y le dijo: «Esta noche dormirás conmigo, pues te he alquilado por unas manzanas de mi hijo.» (Génesis 30, 16)
Dame mis esposas y mis hijos, por quienes te he servido, y déjame partir, pues bien sabes con qué fidelidad te he servido.» (Génesis 30, 26)
y los mandó lejos de Jacob, a una distancia de tres días. Y Jacob se quedó cuidando el resto del rebaño de Labán. (Génesis 30, 36)
Después las colocó ante las pilas y abrevaderos, justo delante de esas que al beber entraban en celo. (Génesis 30, 38)