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Esta es la historia de la familia de Jacob. A los diecisiete años, José se dedicaba a cuidar ovejas. Siendo todavía un adolescente, ayudaba a los hijos de Bilá y de Zelfa, mujeres de su padre y por lo tanto, informaba a su padre sobre la mala reputación que sus hermanos tenían. (Génesis 37, 2)
Entonces el rey salió a pie, con toda su familia. Sólo quedaron diez concubinas para cuidar el palacio. (2 Samuel 15, 16)
David entró en su casa, en Jerusalén; tomó a las diez concubinas que había dejado para cuidar la casa y las puso bajo vigilancia. Se preocupó de su mantenimiento, pero ya no se acercó a ellas y permanecieron encerradas como viudas hasta el día de su muerte. (2 Samuel 20, 3)
Lo que es tú, irás como delegado del rey y de sus siete consejeros para cuidar de que se observe en Judá y Jerusalén la Ley de Dios que está en tus manos, (Esdras 7, 14)
Una cosa al Señor, sólo le pido, la cosa que yo busco es habitar la casa del Señor mientras dure mi vida, para gozar de la dulzura del Señor y cuidar de su santuario. (Salmos 27, 4)
Por eso, hoy te nombramos Sumo Sacerdote de tu nación y te concedemos el título de Amigo del Rey (y le mandó un vestido de rojo púrpura y una corona de oro). Así te invitamos a cuidar nuestros intereses y guardarnos tu amistad.» (1 Macabeos 10, 20)
No se fijen en que estoy morena, el sol fue el que me tostó. Los hijos de mi madre, enojados contra mí, me pusieron a cuidar las viñas. Mi viña yo la había descuidado. (Cantar 1, 6)
Vendrán extranjeros a cuidar de sus rebaños y a trabajar en sus campos y en sus viñas. (Isaías 61, 5)
Los puso bajo el mando de tres ministros, Daniel era uno de ellos, a los que debían rendir cuenta con el fin de cuidar los intereses del rey. (Daniel 6, 3)
En la región había pastores que vivían en el campo y que por la noche se turnaban para cuidar sus rebaños. (Evangelio según San Lucas 2, 8)
Fue a buscar trabajo, y se puso al servicio de un habitante del lugar que lo envió a su campo a cuidar cerdos. (Evangelio según San Lucas 15, 15)
a ser juiciosas y puras, a cuidar bien de su hogar, a ser buenas y obedientes a sus maridos. De este modo nadie podrá hablar mal de nuestra fe. (Carta a Tito 2, 5)