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«Este pueblo se ha asustado ante los reyes de Damasco y Samaria, y no hizo más caso de las aguas de Siloé que corren mansamente. (Isaías 8, 6)
él, que les había dicho: «Este es el lugar para descansar, dejen descansar al que está cansado. es el momento de parar.» Pero no quisieron hacerle caso. (Isaías 28, 12)
En vista de eso, así habla el Santo de Israel: «Ya que ustedes no han hecho caso a estas advertencias y han recurrido más bien a las tasas impuestas y a la mentiras, (Isaías 30, 12)
¡Pobres de aquellos que bajan a Egipto, por si acaso consiguen ayuda! Pues confían en la caballería, en los carros de guerra, que son numerosos, y en los jinetes, porque son valientes. ¿Por qué no hicieron caso del Santo de Israel y no consultaron a Yavé? (Isaías 31, 1)
No le hagan caso a Ezequías sino, más bien, al rey de Asur, quien les promete lo siguiente: Si hacen las paces conmigo y se rinden a mí, cada uno de ustedes seguiráccomieendo los frutos de su viña y de su higuera y tomando del agua de su pozo. (Isaías 36, 16)
Despreciado por los hombres y marginado, hombre de dolores y familiarizado con el sufrimiento, semejante a aquellos a los que se les vuelve la cara, no contaba para nada y no hemos hecho caso de él. (Isaías 53, 3)
¿Para qué van a gastar en lo que no es pan y dar su salario por cosas que no alimentan? Si ustedes me hacen caso, comerán cosas ricas y su paladar se deleitará con comidas exquisitas. (Isaías 55, 2)
¿Quién te asustó y a quién tuviste miedo, para traicionarme así ? No te acordabas, ni hacías caso de mí. Yo, ¿no fue así?, me hice el desentendido, como que no había visto nada, por eso tú no me tuviste miedo. (Isaías 57, 11)
yo los condeno a morir por la espada, y todos doblarán la rodilla para ser degollados. Porque llamé y nadie respondió, les hablé y nadie me hizo caso. Hicieron lo que yo considero como malo y eligieron lo que a mí no me gusta. (Isaías 65, 12)
Inútilmente he corregido a sus hijos, ya que nadie me ha hecho caso. La espada, más feroz que un león, ha devorado a sus profetas, pero no entendieron. (Jeremías 2, 30)
Hazme caso, Jerusalén, si no quieres que me aleje de ti y te conviertas en un desierto, en una tierra deshabitada. (Jeremías 6, 8)
Escucha, tierra, mira el castigo que voy a dar a este pueblo como fruto de su rebelión, pues no quisieron hacerme caso cuando les hablaba, y despreciaron mi Ley. (Jeremías 6, 19)