Encontrados 29 resultados para: ardiente

  • Por eso decidí no recordar más a Yavé, ni hablar más en su nombre, pero sentía en mí algo así como un fuego ardiente aprisionado en mis huesos, y aunque yo trataba de apagarlo, no podía. (Jeremías 20, 9)

  • Haré que los elamitas tiemblen al ver a sus enemigos, que quieren quitarles la vida. Sobre ellos arrojaré la desgracia, mi ardiente cólera. Enviaré la espada en su persecución, para que los mate a todos. (Jeremías 49, 37)

  • Todos ustedes que pasan por el camino, miren y observen si hay dolor semejante al que me atormenta, con el que Yavé me ha herido en el día de su ardiente cólera. (Lamentaciones 1, 12)

  • Yo miré: un viento huracanado venía del norte. Vi una gran nube: En medio de ella un fuego ardiente irradiaba luz, y el centro era como de metal incandescente. (Ezequiel 1, 4)

  • Los que no se postren y la adoren, serán echados inmediatamente a un horno de fuego ardiente. (Daniel 3, 6)

  • y que aquellos que no se postren para adorarla sean arrojados en el horno ardiente. (Daniel 3, 11)

  • ¿Están dispuestos ahora, cuando oigan el son de la trompeta y demás instrumentos musicales, a postrarse y adorar la estatua que he fabricado? Si no, serán inmediatamente arrojados al horno ardiente. Y entonces, ¿qué Dios los podrá librar de mis manos? (Daniel 3, 15)

  • Mandó hombres fuertes de su ejército a que los ataran y arrojaran al horno ardiente. (Daniel 3, 20)

  • y los tres cayeron, atados, en medio del horno de fuego ardiente. (Daniel 3, 23)

  • Y Nabucodonosor se acercó a la boca del horno ardiente y dijo: «Sidrac, Misac y Abdénago, servidores del Dios Altísimo, salgan y vengan acá.» Entonces ellos salieron de en medio del fuego (Daniel 3, 93)

  • Estaba observando y vi lo siguiente: Pusieron unos tronos y un Anciano se sentó. Su vestido era blanco como la nieve; su pelo, albo como la lana blanqueada. Su trono era de llamas de fuego con ruedas de fuego ardiente. (Daniel 7, 9)

  • Abriéndole camino va la peste, y viene detrás de él la fiebre ardiente. (Habacuc 3, 5)


“Meu Deus, perdoa-me. Nunca Te ofereci nada na minha vida e, agora, por este pouco que estou sofrendo, em comparação a tudo o que Tu sofreste na Cruz, eu reclamo injustamente!” São Padre Pio de Pietrelcina