Encontrados 296 resultados para: Voz

  • Yo dormía, pero mi corazón estaba despierto. Oí la voz de mi amado que me llamaba: «Abreme, hermana mía, compañera mía, paloma mía, preciosa mía; que mi cabeza está cubierta de rocío, y mis cabellos, de la humedad de la noche.» (Cantar 5, 2)

  • ¡Oh tú que habitas en los huertos!, tus compañeros prestan oído a tu voz, haz que yo también la pueda oír. (Cantar 8, 13)

  • Sus ojos contemplaron su gloria majestuosa, sus oídos oyeron su voz poderosa. (Sirácides (Eclesiástico) 17, 13)

  • Uno ruega, el otro maldice, ¿la voz de quién escuchará el Amo? (Sirácides (Eclesiástico) 34, 24)

  • Y ahora canten con toda su voz y con todo su corazón: ¡bendigan el nombre del Señor! (Sirácides (Eclesiástico) 39, 35)

  • La flauta y el arpa producen una suave melodía: una voz persuasiva supera a uno y otro. (Sirácides (Eclesiástico) 40, 21)

  • Le permitió que oyera su voz y lo introdujo en la nube oscura. Le habló cara a cara y le dio los mandamientos, esa ley revelada, ley de vida, para que enseñara la Alianza a Jacob, y sus decretos a Israel. (Sirácides (Eclesiástico) 45, 5)

  • Entonces el Señor hizo resonar su trueno en el cielo y dejó oír su voz con gran estruendo. (Sirácides (Eclesiástico) 46, 17)

  • Incluso profetizó hasta después de su muerte: levantó su voz desde el seno de la tierra para anunciarle al rey que su fin estaba próximo y decirle que el Señor le haría pagar al pueblo su pecado. (Sirácides (Eclesiástico) 46, 20)

  • Los cantores lo alababan a voz en cuello: era una inmensa y dulce armonía. (Sirácides (Eclesiástico) 50, 18)

  • Los postes de piedra de la entrada temblaban a la voz del que gritaba y la Casa se llenaba de humo. Yo exclamé: (Isaías 6, 4)

  • Y oí la voz del Señor que decía: «¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?» Y respondí: «Aquí me tienes, mándame a mí.» (Isaías 6, 8)


“Onde não há obediência, não há virtude. Onde não há virtude, não há bem, não há amor; e onde não há amor, não há Deus; e sem Deus não se chega ao Paraíso. Tudo isso é como uma escada: se faltar um degrau, caímos”. São Padre Pio de Pietrelcina