Encontrados 276 resultados para: Salomón

  • Luego ofreció al rey ciento veinte talentos de oro, perfumes y joyas en gran cantidad. Nunca había llegado tanta cantidad de perfumes como los que regaló la reina de Saba a Salomón. (1 Reyes 10, 10)

  • Con las maderas de sándalo, Salomón hizo balcones para la Casa de Yavé y la casa del rey, así como cítaras y arpas para los cantores. Madera como aquélla no se ha vuelto a ver hasta el día de hoy. (1 Reyes 10, 12)

  • Salomón dio a la reina de Saba todo cuanto ella quiso; además le hizo regalos como sólo él podía hacerlos. Después, ella se marchó y volvió a su país con toda su gente. (1 Reyes 10, 13)

  • La cantidad de oro que cada año recibía Salomón era de seiscientas sesenta y seis barras de oro, (1 Reyes 10, 14)

  • El rey Salomón hizo trescientos grandes escudos de oro finísimo, empleando seiscientas monedas de oro para cada uno de ellos, (1 Reyes 10, 16)

  • Todas las copas y vasos del rey Salomón eran de oro fino, como también toda la vajilla del palacio «Bosque del Líbano». Nada de plata, pues no se estimaba en nada en tiempo del rey Salomón, (1 Reyes 10, 21)

  • El rey Salomón sobrepasó en riqueza y sabiduría a todos los reyes de la tierra. (1 Reyes 10, 23)

  • Salomón reunió carros y caballería, llegando a tener 1.400 carros y 12.000 caballos, y los distribuyó entre las ciudades de los carros y Jerusalén, cerca de él. (1 Reyes 10, 26)

  • Salomón hizo que la plata fuera tan abundante en Jerusalén como las piedras, y los cedros tan numerosos como los sicómoros en la llanura. (1 Reyes 10, 27)

  • Los caballos de Salomón venían de Cilicia. (1 Reyes 10, 28)

  • Se traía de allá un carro por seiscientas monedas de plata y un caballo por ciento cincuenta. En iguales condiciones se los exportaba para todos los reyes de los heteos y para los reyes de Aram. Los mercaderes de Salomón eran los que hacían todos estos trámites. (1 Reyes 10, 29)

  • Salomón amó, además de la hija de Faraón, a muchas mujeres extranjeras: moabitas, sidonias, amonitas, edomitas y heteas. (1 Reyes 11, 1)


“O grau sublime da humildade é não só reconhecer a abnegação, mas amá-la.” São Padre Pio de Pietrelcina