Encontrados 40 resultados para: Habitaban

  • En cambio, la tribu de Benjamín no logró expulsar a los jebuseos que habitaban en Jerusalén; éstos se han quedado en Jerusalén hasta el día de hoy. (Jueces 1, 21)

  • Tampoco la tribu de Efraím expulsó a los cananeos que habitaban en Gazer, (Jueces 1, 29)

  • Lo mismo la tribu de Neftalí, al no poder echar a los habitantes de Bet-Semés y de Bet Anat, tuvo que establecerse en medio de los cananeos que habitaban la región; pero éstos tuvieron que pagarles impuestos. (Jueces 1, 33)

  • Yavé, Dios de Israel, puso a Sijón y a todo su pueblo en manos de Israel, que los derrotó y conquistó todo el país de los amorreos que habitaban allí. (Jueces 11, 21)

  • Mipibaal tenía un pequeño llamado Miká. Todos los que habitaban en la casa de Sibá estaban al servicio de Mipibaal. (2 Samuel 9, 12)

  • pues Faraón, rey de Egipto, había subido y se había apoderado de Gazer, la incendió y mató a todos los cananeos que habitaban en la ciudad y se la dio en herencia a su hija, la esposa de Salomón. (1 Reyes 9, 16)

  • las familias de los sofríes que habitaban en Jabés, los tiratíes, los simatíes, los sucatíes. Estos son quenitas descendientes de Jamat, padre de la familia de Recab. (1 Crónicas 2, 55)

  • Ellos eran alfareros y habitaban en Netaim y Gaderá; moraban allí con el rey, trabajando a su servicio. (1 Crónicas 4, 23)

  • Habitaban en Bersebá, Moladá, Jasar-Sual, (1 Crónicas 4, 28)

  • Belá, hijo de Azaz, hijo de Sema, hijo de Joel. Estos habitaban en Aroer y hasta Nebo y Baal-Meón. (1 Crónicas 5, 8)

  • Habitaban, asimismo, al oriente desde el río Eufrates hasta el borde del desierto, pues sus ganados se habían multiplicado en la tierra de Galaad. (1 Crónicas 5, 9)

  • Los hijos de Gad habitaban frente a ellos en la tierra de Basán hasta Salcá. (1 Crónicas 5, 11)


“Menosprezai vossas tentações e não vos demoreis nelas. Imaginai estar na presença de Jesus. O crucificado se lança em vossos braços e mora no vosso coração. Beijai-Lhe a chaga do lado, dizendo: ‘Aqui está minha esperança; a fonte viva da minha felicidade. Seguro-vos, ó Jesus, e não me aparto de vós, até que me tenhais posto a salvo’”. São Padre Pio de Pietrelcina