Encontrados 169 resultados para: Decía

  • En ella le decía: «Pon a Urías en la parte más peligrosa de la batalla y déjalo solo para que lo maten.» (2 Samuel 11, 15)

  • David les respondió: «Mientras el niño vivía ayuné y lloré, pues me decía: ¿Quién sabe si Yavé tendrá compasión de mí y el niño no morirá? (2 Samuel 12, 22)

  • Entonces Yonadab dijo al rey: «¿No ves que era cierto lo que te decía? Esos son tus hijos, que están llegando.» (2 Samuel 13, 35)

  • Absalón se levantaba muy temprano y se ponía junto al camino que lleva a la Puerta, y cada vez que un hombre venía al tribunal del rey, por algún pleito, lo llamaba y le preguntaba: «¿De qué ciudad eres tú?» Y si el otro respondía: «Soy de una de las tribus de Israel», entonces Absalón le decía: (2 Samuel 15, 2)

  • Absalón se había hecho levantar, en vida, un monumento en el valle del rey, pues decía: «Yo no tengo hijos para conservar el recuerdo de mi nombre.» Había puesto su nombre al monumento, que todavía hoy se llama "el monumento de Absalón".» (2 Samuel 18, 18)

  • Uno de los servidores de Joab se quedó junto al cadáver y decía: «El que esté por David y quiera a Joab que lo siga.» (2 Samuel 20, 11)

  • Y expresó: «Antes se decía: Vayan a consultar en Abel y en Dan (2 Samuel 20, 18)

  • Cuando el rey oyó las palabras del hombre de Dios y lo que decía contra el altar de Betel, extendió su mano que tenía puesta sobre el altar, diciendo: «Aprésenlo.» (1 Reyes 13, 4)

  • En las cartas decía: «Ordenen un ayuno con una asamblea y hagan que Nabot se siente al frente de la reunión general de la ciudad. (1 Reyes 21, 9)

  • Uno, llamado Sedecías, hijo de Canana, se había hecho unos cuernos de hierro y decía: «Dice Yavé: Con estos cuernos herirás a Aram hasta matarlo.» (1 Reyes 22, 11)

  • El rey de Israel dijo a Josafat: «¿No te decía yo que nunca me anuncia el bien, sino sólo el mal?» (1 Reyes 22, 18)

  • Al llegar entregó al rey de Israel la carta, que decía: «Te presento a mi servidor Naamán para que lo sanes de su lepra.» (2 Reyes 5, 6)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina