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  • Estas son las palabras que dijo Yavé a toda la asamblea que estaba en el monte, desde en medio del fuego y la espesa nube. Dichas palabras resonaron con estruendo y no se les añadió nada. Y luego Yavé las escribió en dos tablas de piedra que me entregó. (Deuteronomio 5, 22)

  • Pero, si olvidas a Yavé y sigues a otros dioses, si les das culto y te postras ante ellos, te advierto desde ahora que perecerás sin remedio. (Deuteronomio 8, 19)

  • Acuérdate y no olvides que por tu culpa se enojó Yavé en el desierto. Has sido rebelde a Yavé desde el día que saliste de Egipto hasta que llegaste aquí. (Deuteronomio 9, 7)

  • Entonces me dio Yavé las dos tablas de piedra escritas por el dedo de Dios. Todas sus palabras estaban ahí escritas, todas las palabras que les dijo en el monte, desde en medio del fuego, en el día de la asamblea. (Deuteronomio 9, 10)

  • Han sido rebeldes a Yavé desde el día que yo los conozco. (Deuteronomio 9, 24)

  • Yavé escribió en las tablas eso mismo que había en las primeras, las diez palabras que les dijo en el monte desde en medio del fuego, en el día de la Asamblea, y me las dio. (Deuteronomio 10, 4)

  • De esta tierra cuida Yavé, tu Dios, y sus ojos están constantemente puestos en ella, desde que comienza el año hasta que termina. (Deuteronomio 11, 12)

  • Todo lugar donde pongan el pie será de ustedes, desde el desierto hasta el Líbano y desde el río Eufrates hasta el mar occidental: éstas serán sus fronteras. (Deuteronomio 11, 24)

  • Luego contarás siete semanas; las contarás desde el día en que comiences a cortar el trigo. (Deuteronomio 16, 9)

  • Cuando construyas una casa nueva, harás alrededor de la azotea un pequeño muro, no sea que alguien se caiga desde arriba y tu casa quede manchada con sangre. (Deuteronomio 22, 8)

  • Desde tu santuario, desde lo alto de los cielos, mira a tu pueblo Israel y bendícelo, así como a la tierra que nos has dado según lo tenías dicho a nuestros padres, esta tierra que mana leche y miel.» (Deuteronomio 26, 15)

  • Yavé te herirá con úlceras malignísimas en las rodillas y en las piernas, de las que no podrás sanar, desde la planta de los pies hasta la coronilla de tu cabeza. (Deuteronomio 28, 35)


“Nossa Senhora recebeu pela inefável bondade de Jesus a força de suportar até o fim as provações do seu amor. Que você também possa encontrar a força de perseverar com o Senhor até o Calvário!” São Padre Pio de Pietrelcina