Encontrados 12 resultados para: siento

  • Tened, pues, presente, hijos míos, los efectos de la limosna y los de la injusticia, que conduce a la muerte. Siento que se me escapa la vida". Lo llevaron al lecho y murió. Fue enterrado solemnemente. (Tobías 14, 11)

  • Siento que me disuelvo como el agua, todos mis huesos se dislocan, mi corazón se ha vuelto como cera, se me deshace dentro de mi pecho; (Salmos 22, 15)

  • me acuerdo de Dios, y me pongo a llorar; me pongo a meditar, y me siento desfallecer; (Salmos 77, 4)

  • Yo me siento feliz con tu promesa, como el que encuentra un gran botín. (Salmos 119, 162)

  • Con la mitad hace el fuego; y sobre las brasas asa carne, la come y queda satisfecho. También se calienta y dice: "¡Ah, ya me caliento y siento el fuego!". (Isaías 44, 16)

  • Después el ángel que hablaba conmigo me dijo: Grita: Esto dice el Señor todopoderoso: Siento ardientes celos por Jerusalén y por Sión, (Zacarías 1, 14)

  • Y haré fuerte a la casa de Judá y victoriosa a la casa de José. Les haré retornar a la patria, siento compasión por ellos; serán como si no los hubiese nunca rechazado. (Zacarías 10, 6)

  • No me siento culpable de nada; pero no por esto quedo justificado, porque quien me juzga es el Señor. (I Corintios 4, 4)

  • Tengo gran confianza en vosotros, me siento orgulloso de vosotros, estoy lleno de consuelo y de alegría en medio de todas mis penalidades. (II Corintios 7, 4)

  • pues conozco vuestra buena voluntad, de la que me siento orgulloso ante los macedonios. Les he dicho que los de Acaya están dispuestos desde el año pasado, y esta buena disposición vuestra ha sido un estímulo para la mayoría. (II Corintios 9, 2)

  • Por esto me alegro de mis flaquezas, de los insultos, de las dificultades, de las persecuciones, de todo lo que sufro por Cristo; pues cuando me siento débil, es cuando soy más fuerte. (II Corintios 12, 10)

  • Me siento apremiado por ambas partes: por una, deseo la muerte para estar con Cristo, lo que es mejor para mí; (Filipenses 1, 23)


“Não queremos aceitar o fato de que o sofrimento é necessário para nossa alma e de que a cruz deve ser o nosso pão cotidiano. Assim como o corpo precisa ser nutrido, também a alma precisa da cruz, dia a dia, para purificá-la e desapegá-la das coisas terrenas. Não queremos entender que Deus não quer e não pode salvar-nos nem santificar-nos sem a cruz. Quanto mais Ele chama uma alma a Si, mais a santifica por meio da cruz.” São Padre Pio de Pietrelcina