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  • se retiraban los jóvenes al verme, y los viejos se levantaban y quedaban en pie; (Job 29, 8)

  • Pero ahora hacen burla de mí los que son más jóvenes que yo, cuyos padres yo no me dignaba mezclar con los perros de mi ganado. (Job 30, 1)

  • jóvenes y también doncellas, los viejos a una con los niños; (Salmos 148, 12)

  • Jefes y ancianos gimieron; doncellas y jóvenes perdieron su vigor y se desvaneció la belleza de las mujeres. (I Macabeos 1, 26)

  • sus objetos preciosos llevados como botín. Sus hijos muertos en las plazas, y sus jóvenes, pasados por la espada enemiga. (I Macabeos 2, 9)

  • Los ancianos reposaban en las plazas, todos se interesaban por la prosperidad, los jóvenes vestían vistosos trajes de guerra. (I Macabeos 14, 9)

  • Aparecieron también dos jóvenes robustos, de aspecto majestuoso, magníficamente vestidos, que se colocaron a ambos lados de Heliodoro y no paraban de azotarlo descargando sobre él una lluvia de golpes. (II Macabeos 3, 26)

  • Al tiempo que el sumo sacerdote ofrecía el sacrificio por el pecado, se presentaron de nuevo ante Heliodoro los mismos jóvenes, vestidos con las mismas vestiduras; se pusieron ante él y le dijeron: "Da muchas gracias a Onías, sumo sacerdote, pues por él el Señor te ha dejado con vida. (II Macabeos 3, 33)

  • Se atrevió a poner un gimnasio debajo de la acrópolis y obligó a los jóvenes distinguidos a vestir el traje de deportes. (II Macabeos 4, 12)

  • En consecuencia, hubo una horrible matanza de jóvenes y viejos; fueron exterminados hombres, mujeres y niños, fueron pasados por la espada doncellas y niños de pecho. (II Macabeos 5, 13)

  • "Porque -decía él- no es digno de nuestra edad simular y fingir, ya que los jóvenes podrían decir que Eleazar, a sus noventa años, se había pasado a las costumbres extranjeras. (II Macabeos 6, 24)

  • dejando a los jóvenes un ejemplo generoso para morir valientemente por las sagradas y santas leyes". Dicho esto, rápidamente se entregó al suplicio. (II Macabeos 6, 28)


“O santo silêncio nos permite ouvir mais claramente a voz de Deus”. São Padre Pio de Pietrelcina