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  • Dirán a los ancianos de su ciudad: «Este hijo nuestro es rebelde y díscolo, y no nos escucha, es un libertino y un borracho.» (Deuteronomio 21, 20)

  • Después Moisés y los sacerdotes levitas hablaron así a todo Israel: «Calla y escucha, Israel. Hoy te has convertido en el pueblo de Yahveh tu Dios. (Deuteronomio 27, 9)

  • Para Judá dijo esto: Escucha, Yahveh, la voz de Judá y guíale hacia su pueblo. Sus manos le defenderán y tú serás su auxilio contra sus enemigos. (Deuteronomio 33, 7)

  • y escucha lo que dicen. Se fortalecerá tu mano con ello y luego bajarás a atacar al campamento. Bajó, pues, con su criado Purá hasta la extremidad de las avanzadillas del campamento. (Jueces 7, 11)

  • y dijo a Samuel: «Vete y acuéstate, y si te llaman, dirás: Habla, Yahveh, que tu siervo escucha.» Samuel se fue y se acostó en su sitio. (I Samuel 3, 9)

  • Vino Yahveh, se paró y llamó como las veces anteriores «Samuel, Samuel!» Respondió Samuel: «¡Habla, que tu siervo escucha.» (I Samuel 3, 10)

  • Escucha, sin embargo, su petición. Pero les advertirás claramente y les enseñarás el fuero del rey que va a reinar sobre ellos.» (I Samuel 8, 9)

  • Samuel dijo a Saúl: «Yahveh me ha enviado para consagrarte rey sobre su pueblo Israel. Escucha, pues, las palabras de Yahveh: (I Samuel 15, 1)

  • Escucha, pues, tú también la voz de tu sierva y permíteme que te sirva un bocado de pan para que comas y tengas fuerzas para ponerte en camino.» (I Samuel 28, 22)

  • Se acercó él y la mujer dijo: «¿Eres tú Joab?» Respondió: «Yo soy.» Ella le dijo: «Escucha las palabras de tu sierva.» «Te escucho» - dijo -. (II Samuel 20, 17)

  • Atiende a la plegaria de tu siervo y a su petición, Yahveh Dios mío, y escucha el clamor y la plegaria que tu siervo hace hoy en tu presencia, (I Reyes 8, 28)

  • que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre este lugar del que dijiste: "En él estará mi Nombre"; escucha la oración que tu servidor te dirige en este lugar. (I Reyes 8, 29)


“De todos os que vierem pedir meu auxílio, nunca perderei nenhum!” São Padre Pio de Pietrelcina