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  • Dios no reprime su furor: los secuaces de Rahab yacen postrados a sus pies. (Job 9, 13)

  • Después, uno y otro yacen juntos en el polvo y los recubren los gusanos. (Job 21, 26)

  • Yo tengo mi lecho entre los muertos, como los caídos que yacen en el sepulcro, como aquellos en los que tú ya ni piensas, porque fueron arrancados de tu mano. (Salmos 88, 6)

  • Pero tus muertos revivirán, se levantarán sus cadáveres. ¡Despierten y griten de alegría los que yacen en el polvo! Porque tu rocío es un rocío de luz, y la tierra dará vida a las Sombras. (Isaías 26, 19)

  • Tus hijos sucumben, yacen tendidos a la entrada de todas las calles, como un antílope atrapado en la red, colmados de la ira del Señor, de la amenaza de tu Dios. (Isaías 51, 20)

  • Los cadáveres de los hombres yacen como estiércol sobre la superficie de los campos, como una gavilla detrás del segador, y nadie los recoge". (Jeremías 9, 21)

  • Entonces los más fuertes guerreros y sus ayudantes les dirán, desde el medio del Abismo: "¡Han bajado y yacen tendidos los incircuncisos, víctimas de la espada!". (Ezequiel 32, 21)

  • Ellos no yacen con los héroes caídos antiguamente -con los que bajaron al Abismo con sus armas de guerra, con sus espadas debajo de sus cabezas y sus escudos sobre sus restos- porque el terror de los héroes reinaba en la tierra de los vivientes. (Ezequiel 32, 27)

  • Allí está Edóm, con sus reyes y todos sus príncipes que, a pesar de su poderío, fueron puestos entre las víctimas de la espada. Ellos yacen entre los incircuncisos, entre los que bajaron a la Fosa. (Ezequiel 32, 29)

  • Allí están todos los príncipes del Norte y todos los sidonios, que bajaron avergonzados junto con las víctimas, a pesar del terror que inspiraba su bravura. Yacen incircuncisos entre las víctimas de la espada, y cargan con su ignominia junto con los que bajan a la Fosa. (Ezequiel 32, 30)

  • ¡Cómo se han adormecido tus pastores, rey de Asiria! Tus tropas escogidas yacen inertes, tu pueblo está disperso por las montañas y no hay quien los reúna. (Nahún 3, 18)


“O Senhor sempre orienta e chama; mas não se quer segui-lo e responder-lhe, pois só se vê os próprios interesses. Às vezes, pelo fato de se ouvir sempre a Sua voz, ninguém mais se apercebe dela; mas o Senhor ilumina e chama. São os homens que se colocam na posição de não conseguir mais escutar.” São Padre Pio de Pietrelcina