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  • Había porteros a los cuatro vientos; al oriente, al occidente, al norte y al mediodía. (1 Crónicas 9, 24)

  • Cuando determinó la fuerza de los vientos y fijó a las aguas su medida; (Job 28, 25)

  • construyes sobre las aguas tu piso alto. Tú haces tu carro de las nubes y avanzas en alas de los vientos. (Salmos 104, 3)

  • Tomas de mensajeros a los vientos y como servidores un fuego en llamas. (Salmos 104, 4)

  • Soplen, vientos del norte y del desierto, soplen en mi huerto para que se expandan sus aromas, y así entre mi amado en su huerto y coma de sus exquisitos frutos. (Cantar 4, 16)

  • Algunos vientos fueron hechos para destruir; el Señor en su cólera los convierte en azotes. Llegado el momento de destruir, desencadenan su violencia y satisfacen la furia del que los hizo. (Sirácides (Eclesiástico) 39, 28)

  • Sus camellos serán nuestro botín y sus incontables rebaños, nuestra presa.» Voy a desparramar a los cuatro vientos a los que se afeitan la cabeza, y de todas partes les sobrevendrá la desgracia, -dice Yavé. (Jeremías 49, 32)

  • Haré que soplen sobre Elam los cuatro vientos desde los cuatro puntos cardinales del cielo; ¡y mandaré a los elamitas a todos estos vientos, y no habrá nación adonde no lleguen fugitivos de Elam! (Jeremías 49, 36)

  • Se verán en ti a padres que se coman a sus hijos y a hijos que devoren a su padre. Cumpliré lo que decidí contra ti y dispersaré a los cuatro vientos lo que quede de ti. (Ezequiel 5, 10)

  • Un tercio de tus habitantes morirá de peste o será consumido por el hambre dentro de tus muros; un tercio será muerto a espada en todo tu alrededor, dispersaré a los demás a los cuatro vientos y accionaré la espada tras ellos. (Ezequiel 5, 12)

  • Dispersaré a los cuatro vientos a los que lo rodean, a toda su tropa, y los perseguiré a espada. (Ezequiel 12, 14)

  • Sus guardias caerán por la espada y los sobrevivientes serán dispersados a los cuatro vientos: entonces sabrán que yo Yavé fui quien habló. (Ezequiel 17, 21)


“No tumulto das paixões terrenas e das adversidades, surge a grande esperança da misericórdia inexorável de Deus. Corramos confiantes ao tribunal da penitência onde Ele, com ansiedade paterna, espera-nos a todo instante.” São Padre Pio de Pietrelcina