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  • Yavé ama a todos los pueblos, pero en su mano está el pueblo de sus santos. Ahí están, postrados a sus pies, esperando sus instrucciones. (Deuteronomio 33, 3)

  • José es su toro primogénito: ¡gloria a él! Son sus cuernos, cuernos de búfalo, con los que hiere a todos los pueblos hasta los confines de la tierra. ¡Miren las muchedumbres de Efraím y los millares de Manasés! (Deuteronomio 33, 17)

  • Ellos llamarán a los pueblos a la montaña sagrada, ahí ofrecerán sacrificios justos, pues gozan de las riquezas del mar y los tesoros escondidos en la arena. (Deuteronomio 33, 19)

  • Esto ha sucedido para que los pueblos de este país conozcan el poder de Yavé, nuestro Dios, y para que ustedes mismos lo teman siempre.» (Josué 4, 24)

  • De Eglón pasaron a Hebrón; la conquistó junto con todos los pueblos que dependían de ella, (Josué 10, 36)

  • La tomó, así como a todos los pueblos que dependían de ella. Pasó a cuchillo a su rey y habitantes, consagrándolos en anatema, sin perdonar a nadie. Dabir y su rey recibieron el mismo castigo que Hebrón y Libna. (Josué 10, 39)

  • Jesebón y todos sus pueblos que están sobre la meseta: Dibón, Bamot-Baal y la ciudad de Baalmon, (Josué 13, 17)

  • Desde Majanaím, todo Basán, y los sesenta pueblos de la comarca de Jaír en Basán. (Josué 13, 30)

  • Azoto con sus pueblos y sus aldeas. Gaza con sus pueblos y aldeas hasta el torrente de Egipto. El mar Grande o Mediterráneo era su término. Y los montes: Samir, Jeter, Socot, (Josué 15, 47)

  • Miren que les he repartido el territorio de todos los pueblos que destruí desde el Jordán hasta el mar Grande, como también el de esos pueblos que todavía permanecen. (Josué 23, 4)

  • Por eso Yavé ha desalojado ante ustedes a pueblos numerosos y poderosos; ninguno pudo resistirles hasta el presente. (Josué 23, 9)

  • Pero si se apartan de él y se unen al resto de estos pueblos que todavía quedan entre ustedes, si llegan a ser sus parientes y se mezclan con ellos, (Josué 23, 12)


“É necessário manter o coração aberto para o Céu e aguardar, de lá, o celeste orvalho.” São Padre Pio de Pietrelcina