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No había en todo Israel un hombre que fuese tan celebrado por su belleza como Absalón. Desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza no había defecto alguno en él. (II Samuel 14, 25)
Al ver su rostro tan cambiado y mudados sus vestidos, se extasiaron ante su belleza y le dijeron: (Judit 10, 7)
Los soldados, al oír estas palabras, y prendados de su hermosura -era de belleza extraordinaria-, le dijeron: (Judit 10, 14)
Se maravillaban de su belleza y de los israelitas, y comentaban: "¿Quién puede despreciar al pueblo que tiene mujeres tan bellas? No sería prudente dejar ni un solo hombre, pues los supervivientes podrían seducir al mundo entero". (Judit 10, 19)
Cuando Judit se presentó ante él y sus ayudantes, todos se quedaron maravillados de la belleza de su rostro. Ella se postró en tierra, pero los ayudantes la levantaron. (Judit 10, 23)
Sus sandalias robaron sus ojos, y su belleza encadenó su alma; el alfanje segó su cuello. (Judit 16, 9)
que trajeran a su presencia a la reina Vasti con la corona real, para mostrar su belleza al pueblo y a los jefes, pues era muy hermosa. (Ester 1, 11)
Encargue el rey a hombres de confianza, en todas las provincias, que elijan las jóvenes vírgenes más bellas, para que se reúnan en la ciudad de Susa, en el harén, bajo la custodia de Hegué, eunuco del rey y guardián de las mujeres; que les hagan un tratamiento de belleza, (Ester 2, 3)
La joven le gustó, y él se apresuró a darle el tratamiento de belleza y alimentos, poniendo a su disposición siete doncellas elegidas entre las mejores del palacio real; luego la llevó con sus doncellas al sitio mejor del harén. (Ester 2, 9)
Cada joven debía presentarse por turno al rey Asuero, pasados los doce meses exigidos por el tratamiento de belleza: seis meses para untarse con aceite de mirra, y otros seis con bálsamo y cosméticos. (Ester 2, 12)
Se despojó de sus vestiduras reales y se puso vestidos de llanto y de duelo; en vez de olorosos perfumes, cubrió su cabeza de polvo y ceniza, mortificó duramente su cuerpo con ayunos y ocultó la espléndida belleza de su cuerpo con sus cabellos en desorden. (Ester 14, 2)
Una cosa pido al Señor, sólo eso busco: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida para gustar la dulzura del Señor y contemplar la belleza de su templo. (Salmos 27, 4)