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No se dirijan a los brujos ni a los que llaman a los espíritus; no los consulten no sea que con ellos se manchen: ¡yo soy Yavé! (Levítico 19, 31)
(Esta tierra también fue considerada como país de gigantes, pues en ella habitaban antiguamente unos refaitas, o gigantes, que los amonitas llaman zommim , (Deuteronomio 2, 20)
(los sidonios llaman Siryón al Hermón y los amorreos lo llaman Senir). (Deuteronomio 3, 9)
Jair, hijo de Manasés, se adueñó de toda la comarca de Argob hasta los términos de los gesuritas y de los macatitas. Dio su nombre a estos pueblos que todavía hoy se llaman aldeas de Jair. (Deuteronomio 3, 14)
Tenía treinta hijos, que montaban treinta burros, y treinta ciudades, que se llaman todavía hoy las aldeas de Jaír, en el país de Galaad. (Jueces 10, 4)
les dijo: «No me llamen por mi nombre, sino díganme Amarga, porque el Todopoderoso me ha llenado de amargura. Partí con todo, y el Señor me hace volver con las manos vacías. ¿Para qué, pues, me llaman Noemí, cuando Yavé me ha condenado a ser una desgraciada?» (Rut 1, 21)
Por eso tales días se llaman Purim, que viene de la palabra Pur. Debido a lo expresado en esta carta y a lo que ellos mismos habían visto y vivido, los judíos, junto con sus descendientes y con los que se les agregaran en el futuro, se comprometieron a celebrar anualmente y sin falta estos dos días, en la fecha indicada, según se lo pedía Mardoqueo. (Ester 9, 26)
Al que trama la maldad, lo llaman hacedor de intrigas; (Proverbios 24, 8)
La sanguijuela tiene dos hijas, que se llaman "¡Dame! y ¡Dame!"Hay tres que nunca tienen bastante, y cuatro que nunca dicen: "¡Es suficiente!": (Proverbios 30, 15)
Los impíos sin embargo llaman a la muerte con gestos y palabras; ven en ella a una amiga y se han prendado de ella; han hecho con ella un pacto y se hacen merecedores de caer en sus manos. (Sabiduría 1, 16)
Cuando el rico tiene problemas, son muchos lo que vienen a ayudarlo; puede decir tonterías y le hallarán que tiene razón. Cuando el pobre comete un error, le llaman la atención, si dice cosas sensatas, nadie se las toma en cuenta. (Sirácides (Eclesiástico) 13, 22)
Extendí mis ramas como el pino: ellas se llaman Gloria y Gracia. (Sirácides (Eclesiástico) 24, 16)