Löydetty 239 Tulokset: aguas

  • la tierra ardiente se trocará en estanque, el suelo sediento en hontanar de aguas; y el cubil donde yacían los chacales se volverá verdor de cañas y de juncos. (Isaías 35, 7)

  • Yo mismo he excavado y he bebido aguas extranjeras; he secado con las plantas de mis pies todos los Nilos de Egipto. (Isaías 37, 25)

  • ¿Quién ha medido las aguas con el cuenco de sus manos y ha determinado con el palmo la medida del cielo? ¿Quién ha medido toda la tierra con el metro, en la balanza ha pesado los montes y en los platillos las colinas? (Isaías 40, 12)

  • Si pasas por las aguas, yo estaré contigo; si por ríos, no te ahogarás. Si caminas por el fuego, no te quemarás, y las llamas no te abrasarán. (Isaías 43, 2)

  • Esto dice el Señor, el que abrió en el mar un camino, un sendero en las caudalosas aguas; (Isaías 43, 16)

  • ¿No eres tú el que secó el mar, las aguas del océano; el que convirtió en camino el fondo del mar para que pasaran los libertados? (Isaías 51, 10)

  • Me pasa como en los días de Noé, cuando juré que las aguas de Noé no volverían a anegar la tierra: así ahora juro no irritarme más contra ti, no volverte a amenazar. (Isaías 54, 9)

  • Pero los malhechores son como el mar agitado, que no puede apaciguarse, cuyas aguas remueven fango y cieno. (Isaías 57, 20)

  • ¿el que al lado de Moisés hizo marchar su brazo glorioso, y dividió las aguas ante ellos logrando así un eterno renombre?; (Isaías 63, 12)

  • Como un pozo hace manar sus aguas, así hace manar ella sus crímenes. ¡Violencia! ¡Injusticia! Esto es lo que se oye en ella; ante mí, sin cesar, sufrimientos y heridas. (Jeremías 6, 7)

  • A su voz se amontonan en el cielo las aguas; él levanta las nubes del extremo de la tierra, provoca con los relámpagos la lluvia y saca de sus depósitos el viento. (Jeremías 10, 13)

  • ¿Por qué mi dolor no tiene fin? ¿Por qué mi herida es incurable, indócil al remedio? ¿Vas a ser para mí como un arroyo engañador, de aguas caprichosas? (Jeremías 15, 18)


“Subamos sem nos cansarmos, sob a celeste vista do Salvador. Distanciemo-nos das afeições terrenas. Despojemo-nos do homem velho e vistamo-nos do homem novo. Aspiremos à felicidade que nos está reservada.” São Padre Pio de Pietrelcina