Löydetty 379 Tulokset: sangre

  • luego rociará la pared del altar con un poco de sangre, y el resto lo escurrirá sobre la base del altar: es un sacrificio por el pecado. (Levítico 5, 9)

  • Todo cuanto toque la carne de la víctima quedará santificado; y si la sangre salpica alguna vestidura, tendrás que lavar en el recinto sagrado la parte salpicada. (Levítico 6, 20)

  • En cambio, no se podrá comer ninguna víctima cuya sangre haya sido introducida en la Carpa del Encuentro para practicar el rito de expiación en el Santuario, sino que deberá ser consumida por el fuego. (Levítico 6, 23)

  • Será inmolada en el lugar donde se inmolan los holocaustos, y se rociará con su sangre todos los costados del altar. (Levítico 7, 2)

  • Se reservará una unidad de cada clase como ofrenda destinada al Señor, la cual corresponderá al sacerdote que haya derramado la sangre del sacrificio de comunión. (Levítico 7, 14)

  • Tampoco comerán la sangre de ningún pájaro o de cualquier otro animal, cualquiera sea el lugar donde ustedes vivan. (Levítico 7, 26)

  • El que coma la sangre será excluido de su pueblo. (Levítico 7, 27)

  • Esa pata es la porción que recibirá el hijo de Aarón que ofrezca la sangre y la grasa del sacrificio de comunión. (Levítico 7, 33)

  • y Moisés la inmoló. Entonces tomó la sangre y mojó con el dedo cada uno de los cuernos del altar, para purificarlo. Luego derramó la sangre sobre la base del altar. Así lo consagró, realizando sobre él el rito de expiación. (Levítico 8, 15)

  • y Moisés la inmoló. Luego roció con la sangre todos los costados del altar. (Levítico 8, 19)

  • y Moisés la inmoló. Después tomó un poco de sangre y mojó con ella el lóbulo de la oreja derecha de Aarón, el pulgar de su mano derecha y el pulgar de su pie derecho. (Levítico 8, 23)

  • Luego mandó que se acercaran los hijos de Aarón, les mojó con un poco de sangre el lóbulo de la oreja derecha, el pulgar de la mano derecha y el pulgar de su pie derecho, y roció con la sangre todos los costados del altar. (Levítico 8, 24)


“O grau sublime da humildade é não só reconhecer a abnegação, mas amá-la.” São Padre Pio de Pietrelcina