Salmos, 106
1. ¡Aleluya! Den gracias al Señor porque él es bueno, porque su amor perdura para siempre.
1. ¡Aleluya! Den gracias al Señor porque él es bueno, porque su amor perdura para siempre.
El Salmo 106 es un reflejo sobre la historia de Israel y su relación con Dios, que abarca tanto la gracia divina como la infidelidad humana. El salmista comienza exhortando a la gente a dar gracias a Dios, y luego resume la historia de Israel, incluidos Exodus, Sinaí, el viaje por el desierto y la conquista de la tierra prometida, enfatizando las muchas veces que la gente se ha rebelado contra Dios. y sus consecuencias. Aquí hay cinco versos relacionados con los temas cubiertos en el Salmo 106:
Salmo 106:1: "Alabado al Señor. Alabado al Señor, porque él es bueno; porque su amabilidad dura para siempre". Este versículo es una exhortación para que las personas alaben al Señor, reconociendo su bondad y misericordia.
Salmo 106:6: "Hemos pecado, como nuestros padres; cometimos iniquidad, ganamos". Este versículo reconoce la infidelidad del pueblo de Israel y su tendencia a alejarse de Dios.
Salmo 106:21-22: "Se olvidaron de Dios, su Salvador, que había hecho grandes cosas en Egipto, se pregunta en la tierra de Cam, cosas temibles en el Mar Rojo". Este versículo destaca la gracia de Dios en la liberación del pueblo de Israel de Egipto y su fidelidad para guiarlos a través del desierto.
Salmo 106:32-33: "También lo molestaron por las aguas de Meriban, y sucedieron mal a Moisés debido a ellos; porque exacerbaron su espíritu para que él hablara imprudentemente a sus labios". Este versículo se asemeja a la infidelidad del pueblo de Israel en Meribá, donde se quejaron de Dios y causaron la ira de Moisés.
Salmo 106:43: "Muchas veces los entregaron, pero se rebelaron con ellos en su propósito y fueron asesinados por su iniquidad". Este versículo destaca la gracia de Dios para librar al pueblo de Israel de sus enemigos, pero también reconoce la infidelidad del pueblo de rebelarse contra él repetidamente.
“Queira o dulcíssimo Jesus conservar-nos na Sua graça e dar-nos a felicidade de sermos admitidos, quando Ele quiser, no eterno convívio…” São Padre Pio de Pietrelcina
