Biblia Católica
 

II Reyes, 18

35. ¿Quiénes, de entre todos los dioses de los países, los han librado de mi poder para que libre Yahveh a Jerusalén de mi mano?»

Versos relacionados con II Reyes, 18:

El Capítulo 18 de 2 Reyes cuenta la historia de Ezequías, rey de Judá, y su lucha contra la senaqueribe, rey de Asiria. Ezequías lidera reformas religiosas en Judá y se niega a someterse a las demandas de Senaqueribe. Senaqueribe invade a Judá, pero Ezequías pide ayuda a Dios y el ejército asirio termina sufriendo una gran derrota. A continuación hay cinco versículos relacionados con los temas abordados en 2 reyes 18.

2 Crónicas 29:3: "En el primer año de su reinado, en el primer mes, abrió las puertas de la casa del Señor y las notó". Este versículo muestra la primera acción de Ezequías como rey de Judá, quien lideraba reformas religiosas en el país.

2 Crónicas 30:6: "Por lo tanto, los mensajeros fueron con letras en la mano a través de todas las ciudades de Efraín y Manasés e incluso Zebulom; pero se burlan de ellos y se burlan de ellas". Este versículo muestra el rechazo de las reformas religiosas dirigidas por Ezequías por algunos de los habitantes del Reino del Norte.

Isaías 36:4: "Entonces Rabsaqué les dijo:" Diga Ezequías: así dice el Gran Rey, el Rey de Asiria, en el que confías ".

Isaías 37:14: "Entonces Ezequías recibió la carta de las manos de los mensajeros y la leyó; y subió a la casa del Señor y se extendió ante el Señor". Este versículo muestra la respuesta de Hezequías a la carta de Senaqueribe, que estaba pidiendo ayuda a Dios para proteger su reino.

Isaías 37:36: "Entonces el ángel del Señor salió y mató a ciento ochenta y cinco mil hombres en el campamento asirio; y cuando los hombres se levantaron por la mañana, he aquí, todos eran cadáveres". Este versículo muestra una intervención divina en la batalla entre Judá y Asiria, lo que resultó en una gran victoria para Ezequías y su ejército.





“Você deve ter sempre prudência e amor. A prudência tem olhos; o amor tem pernas. O amor, como tem pernas, gostaria de correr a Deus. Mas seu impulso de deslanchar na direção dEle é cego e, algumas vezes, pode tropeçar se não for guiado pela prudência, que tem olhos.” São Padre Pio de Pietrelcina