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  • cuantos más años queden, más le pagarás; cuantos menos queden, menos le pagarás, porque es un determinado número de cosechas lo que te vende. (Levítico 25, 16)

  • Durante siete días celebrarás la fiesta en honor del Señor, tu Dios, en el lugar elegido por él, pues el Señor te bendecirá en todas tus cosechas y en todos tus trabajos y serás enteramente feliz. (Deuteronomio 16, 15)

  • Un pueblo desconocido para ti comerá las cosechas de tu tierra y el fruto de todas tus fatigas, mientras tú serás siempre oprimido y aplastado. (Deuteronomio 28, 33)

  • a traer cada año al templo del Señor las primicias de nuestras cosechas y de los frutos de todos los árboles, (Nehemías 10, 36)

  • traer además a los sacerdotes, a las salas del templo de nuestro Dios, las primicias de nuestra harina, de los frutos de toda clase de árboles, del vino y del aceite; y dar la décima parte de nuestras cosechas a los levitas -los levitas mismos lo recogerán en todas las ciudades de nuestra labranza-. (Nehemías 10, 38)

  • Sin embargo, yo, la mayoría de las veces solo, iba a Jerusalén para participar en las fiestas, como está mandado a todo Israel con mandamiento eterno, llevando las primicias, la décima parte de las cosechas y las primicias del esquileo de las ovejas, (Tobías 1, 6)

  • un fuego que devora hasta la perdición y que habría consumido todas mis cosechas. (Job 31, 12)

  • entregó a la langosta sus cosechas, el fruto de sus sudores al pulgón; (Salmos 78, 46)

  • El mismo Señor traerá la lluvia y nuestra tierra dará sus cosechas. (Salmos 85, 13)

  • Los habitantes cultivaban en paz sus propias tierras, la tierra producía sus cosechas y los árboles del campo daban frutos. (I Macabeos 14, 8)

  • Sembraron trigo y recogen espinas; se han fatigado sin provecho. Les dan vergüenza sus cosechas, por el furor de la ira del Señor. (Jeremías 12, 13)

  • Se acercó también el que había recibido un solo millón, y dijo: Señor, sé que eres duro, que cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. (Mateo 25, 24)


“Subamos sem nos cansarmos, sob a celeste vista do Salvador. Distanciemo-nos das afeições terrenas. Despojemo-nos do homem velho e vistamo-nos do homem novo. Aspiremos à felicidade que nos está reservada.” São Padre Pio de Pietrelcina