Fundar 245 Resultados para: visto

  • Os hemos dado a conocer el poder y la Venida de nuestro Señor Jesucristo, no siguiendo fábulas ingeniosas, sino después de haber visto con nuestros propios ojos su majestad. (II Pedro 1, 16)

  • Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida, (I Juan 1, 1)

  • - pues la Vida se manifestó, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la Vida eterna, que estaba vuelta hacia el Padre y que se nos manifestó - (I Juan 1, 2)

  • lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo. (I Juan 1, 3)

  • Todo el que permanece en él, no peca. Todo el que peca, no le ha visto ni conocido. (I Juan 3, 6)

  • A Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. (I Juan 4, 12)

  • Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo, como Salvador del mundo. (I Juan 4, 14)

  • Querido, no imites lo malo, sino lo bueno. El que obra el bien es de Dios; el que obra el mal no ha visto a Dios. (III Juan 1, 11)

  • Queridos, tenía yo mucho empeño en escribiros acerca de nuestra común salvación y me he visto en la necesidad de hacerlo para exhortaros a combatir por la fe que ha sido transmitida a los santos de una vez para siempre. (Judas 1, 3)

  • Escribe, pues, lo que has visto: lo que ya es y lo que va a suceder más tarde. (Apocalipsis 1, 19)

  • La explicación del misterio de las siete estrellas que has visto en mi mano derecha y de los siete candeleros de oro es ésta: las siete estrellas son los Angeles de las siete Iglesias, y los siete candeleros son las siete Iglesias. (Apocalipsis 1, 20)

  • Entonces el Angel que había visto yo de pie sobre el mar y la tierra, levantó al cielo su mano derecha (Apocalipsis 10, 5)


“Há alegrias tão sublimes e dores tão profundas que não se consegue exprimir com palavras. O silêncio é o último recurso da alma, quando ela está inefavelmente feliz ou extremamente oprimida!” São Padre Pio de Pietrelcina