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y ella misma fue a sentarse enfrente, a distancia como de un tiro de arco, pues decía: «No quiero ver morir al niño.» Sentada, pues, enfrente, se puso a llorar a gritos. (Génesis 21, 16)
Jacob dijo a Labán: «Dame mi mujer, que se ha cumplido el plazo, y quiero casarme con ella.» (Génesis 29, 21)
Porque ¿cómo subo yo ahora a mi padre sin el muchacho conmigo? ¡No quiero ni ver la aflicción en que caerá mi padre!» (Génesis 44, 34)
Si el esclavo declara: «Yo quiero a mi señor, a mi mujer y a mis hijos; renucio a la libertad» (Exodo 21, 5)
Pero si él te dice: «No quiero marcharme de tu lado», porque te ama, a ti y a tu casa, porque le va bien contigo, (Deuteronomio 15, 16)
Los ancianos de su ciudad llamarán a ese hombre y le hablarán. Cuando al comparecer diga: «No quiero tomarla», (Deuteronomio 25, 8)
Algún tiempo después, por los días de la siega del trigo, fue Sansón a visitar a su mujer llevando un cabrito y dijo: «Quiero llegarme a mi mujer, en la alcoba.» Pero el padre de ella no le dejó entrar. (Jueces 15, 1)
Saúl se negó diciendo: «No quiero comer.» Pero sus servidores, a una con la mujer, le insistieron hasta que accedió. Se levantó del suelo y se sentó en el diván. (I Samuel 28, 23)
David preguntó: «¿Queda todavía algún hijo de la casa de Saúl? Quiero favorecerle por amor a Jonatán. (II Samuel 9, 1)
David le dijo: «No temas, quiero favorecerte por amor de Jonatán, tu padre. Haré que te devuelvan todos los campos de tu padre Saúl, y tú comerás siempre a mi mesa.» (II Samuel 9, 7)
Absalón respondió a Joab: «Te he mandado llamar para decirte: Ven, por favor, pues quiero enviarte al rey para que le digas: ¿Para qué he vuelto de Guesur? Mejor me hubiera sido estarme allí. Quiero ver el rostro del rey; si hay alguna culpa en mí, que me haga morir.» (II Samuel 14, 32)
Jusay respondió a Absalón: «No. Yo quiero estar y permanecer con aquel a quien ha elegido Yahveh, este pueblo y todos los hombres de Israel. (II Samuel 16, 18)
