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Expiró, pues, Abraham y murió en buena ancianidad, viejo y lleno de días, y fue a juntarse con su pueblo. (Génesis 25, 8)
Y estos fueron los años de vida de Ismael: 137 años. Luego expiró y murió, y fue a juntarse con su pueblo. (Génesis 25, 17)
Entonces Isaac expiró y murió, fue a reunirse con su pueblo, anciano y lleno de días. Le sepultaron sus hijos Esaú y Jacob. (Génesis 35, 29)
Y en habiendo acabado Jacob de hacer encargos a sus hijos, recogió sus piernas en el lecho, expiró y se reunió con los suyos. (Génesis 49, 33)
Ved, pues, hijos, a dónde lleva la lismona y a dónde la injusticia: a la muerte. Pero me falta el aliento.» Le tendieron en el lecho y expiró, y se le dio honrosa sepultura. (Tobías 14, 11)
Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró. (Marcos 15, 37)
y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu» y, dicho esto, expiró. (Lucas 23, 46)
Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y un gran temor se apoderó de cuantos lo oyeron. (Hechos 5, 5)
Al instante ella cayó a sus pies y expiró. Entrando los jóvenes, la hallaron muerta, y la llevaron a enterrar junto a su marido. (Hechos 5, 10)
Pero inmediatamente le hirió el Angel del Señor porque no había dado la gloria a Dios; y convertido en pasto de gusanos, expiró. (Hechos 12, 23)
