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  • Si tú humillas a mis hijas, si tomas otras mujeres, además de mis hijas, bien que nadie esté con nosotros que nos vea, sea Dios testigo entre los dos.» (Génesis 31, 50)

  • Sus palabras parecieron bien a Jamor y a Siquem, hijo de Jamor, (Génesis 34, 18)

  • Pues bien, al tercer día, mientras ellos estaban adoloridos, dos hijos de Jacob, Simeón y Leví, hermanos de Dina, blandieron cada uno su espada y entrando en la ciudad sin peligro mataron a todo varón. (Génesis 34, 25)

  • Onán sabía que aquella descendencia no sería suya, y así, si bien tuvo relaciones con su cuñada, derramaba a tierra, evitando el dar descendencia a su hermano. (Génesis 38, 9)

  • Entonces ella se quitó de encima sus ropas de viuda y se cubrió con el velo, y bien disfrazada se sentó en Petaj Enáyim, que está a la vera del camino de Timná. Veía, en efecto, que Selá había crecido, pero que ella no le era dada por mujer. (Génesis 38, 14)

  • Ahora bien, como a los tres meses aproximadamente, Judá recibió este aviso: «Tu nuera Tamar ha fornicado, y lo que es más, ha quedado encinta a consecuencia de ello.» Dijo Judá: «Sacadla y que sea quemada.» (Génesis 38, 24)

  • A ver si te acuerdas de mí cuando te vaya bien, y me haces el favor de hablar de mí a Faraón para que me saque de esta casa. (Génesis 40, 14)

  • Pareció bien el discurso a Faraón y a todos sus servidores, (Génesis 41, 37)

  • Todos nosotros somos hijos de un mismo padre, y somos gente de bien: tus siervos no son espías.» (Génesis 42, 11)

  • Si sois gente de bien, uno de vuestros hermanos se quedará detenido en la prisión mientras los demás hermanos vais a llevar el grano que tanta falta hace en vuestras casas. (Génesis 42, 19)

  • Nosotros le hemos dicho que éramos gente de bien y no espías, (Génesis 42, 31)

  • Entonces nos dijo el hombre que es señor del país: "De este modo conoceré si sois gente de bien; dejad conmigo a uno de vosotros, tomad lo que hace falta en vuestras casas y marchaos (Génesis 42, 33)


“O Senhor se comunica conosco à medida que nos libertamos do nosso apego aos sentidos, que sacrificamos nossa vontade própria e que edificamos nossa vida na humildade.” São Padre Pio de Pietrelcina