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Pero Hadad logró escapar con algunos hombres edomitas de entre los servidores de su padre para irse a refugiar a Egipto. Hadad era entonces un niño de pocos años. (1 Reyes 11, 17)
Sacó entonces Asá toda la plata y el oro que quedaban en los tesoros de la Casa de Yavé y en los tesoros de la casa del rey, se lo dio a uno de sus servidores y lo mandó a Ben-Hadad, hijo de Tabrimón, hijo de Hezión, rey de Aram, que habitaba en Damasco, para que le dijera: (1 Reyes 15, 18)
mañana, a esta hora, te enviaré a algunos de mis servidores, que registrarán tu casa y las casas de tus servidores, tomando todo lo que les guste para llevárselo.» (1 Reyes 20, 6)
Y dijo a sus servidores: «Tomen posiciones». Así que se alistaron frente a la ciudad. (1 Reyes 20, 12)
Los servidores del rey de Aram le dijeron: «Los dioses de Israel son dioses de los cerros, por esto nos derrotaron. (1 Reyes 20, 23)
Sus servidores le dijeron: «Hemos oído decir que los reyes de Israel son generosos; deja que nos pongamos sacos en la espalda y sogas en el cuello y vayamos a hablar con el rey de Israel. A lo mejor te perdona la vida.» (1 Reyes 20, 31)
El rey de Israel dijo a sus servidores: «Ustedes saben que Ramot de Galaad nos pertenece y no hacemos nada para rescatarla de manos del rey de Aram.» (1 Reyes 22, 3)
En otra ocasión Ocozías, hijo de Ajab, hizo a Josafat la siguiente propuesta: «¿Quieres que mis servidores acompañen a los tuyos en los barcos?» Pero Josafat se negó. (1 Reyes 22, 50)
Entonces Josafat le preguntó: «¿No hay aquí algún profeta de Yavé para que consultemos a Yavé por su medio?» Uno de los servidores del rey de Israel dijo: «Está aquí Eliseo, hijo de Safat, el que echaba el agua en manos de Elías.» (2 Reyes 3, 11)
Sus servidores se acercaron a él cuando se iba, y le dijeron: «Padre, si el profeta te hubiera mandado hacer una cosa difícil, ¿no la habrías hecho? Y ¡qué fácil es bañarte, como el profeta te ha ordenado!» (2 Reyes 5, 13)
Cuando llegaron a Ofel, Guejazí se los quitó y los puso en su casa. Luego despidió a los dos servidores de Naamán, que se fueron. (2 Reyes 5, 24)
Sus servidores lo llevaron en carro a Jerusalén y lo sepultaron con sus padres en la ciudad de David. (2 Reyes 9, 28)