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  • que lo que yo te prometí ante Yavé, Dios de Israel, a saber, que tu hijo Salomón me sucedería en el trono de Israel, se cumplirá tal cual.» (1 Reyes 1, 30)

  • Una vez en su presencia, les dijo: «Háganse acompañar por un grupo de mis servidores, y lleven a Salomón montado en mi propia mula, a Guijón. (1 Reyes 1, 33)

  • Quiera él estar con Salomón como lo estuvo contigo, mi señor, y hacer su reinado más poderoso que el tuyo.» (1 Reyes 1, 37)

  • Bajaron, pues, los tres con Salomón a Guijón, acompañados de los quereteos y de los peleteos. (1 Reyes 1, 38)

  • El sacerdote Sadoc tomó el cuerno de aceite, que estaba en la Tienda de Yavé, y ungió con él a Salomón. (1 Reyes 1, 39)

  • Cuando se oyó el toque de la trompeta, todo el pueblo empezó a dar vivas al rey Salomón. Después Salomón se puso a la cabeza de un desfile, y subieron todos tocando flautas y lanzando aclamaciones de alegría; era tal el estruendo que hacía estremecer la tierra. (1 Reyes 1, 40)

  • Pero él respondió: «No, al contrario. Nuestro señor, el rey David, ha hecho rey a Salomón. (1 Reyes 1, 43)

  • Más aún, Salomón ya tomó posesión del trono; (1 Reyes 1, 46)

  • todos los grandes de la corte han venido a saludar al rey David y a desearle que Dios haga a Salomón más famoso que él, y su trono más grande que el de su padre. Incluso el mismo rey se ha sentado en la cama y ha exclamado: (1 Reyes 1, 47)

  • Adonías, temiendo que Salomón le hiciera algo, fue a refugiarse al lado del altar. (1 Reyes 1, 50)

  • Avisaron a Salomón que Adonías se había agarrado a los cuernos del altar y había dicho: «Que el rey Salomón me jure, hoy mismo, que no me mandará apuñalar.» (1 Reyes 1, 51)

  • Salomón, en respuesta, exclamó: «Si se porta como un hombre honrado, no caerá en tierra ni uno solo de sus cabellos; pero si comete alguna falta, morirá.» (1 Reyes 1, 52)


“Amar significa dar aos outros – especialmente a quem precisa e a quem sofre – o que de melhor temos em nós mesmos e de nós mesmos; e de dá-lo sorridentes e felizes, renunciando ao nosso egoísmo, à nossa alegria, ao nosso prazer e ao nosso orgulho”. São Padre Pio de Pietrelcina