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  • La mujer no casada y la joven soltera se preocupan de las cosas del Señor, y se consagran a él en cuerpo y alma. Pero la que está casada se preocupa de las cosas del mundo y de cómo agradar a su marido. (I Corintios 7, 34)

  • La mujer está ligada todo el tiempo que vive su marido; pero si el marido se muere, queda libre para casarse con quien quiera, con tal que sea cristiano. (I Corintios 7, 39)

  • No quiero que olvidéis que nuestros antepasados estuvieron todos bajo la nube, todos atravesaron el mar (I Corintios 10, 1)

  • y todos, al ser bautizados en la nube y en el mar, quedaron unidos a Moisés; (I Corintios 10, 2)

  • Y la mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta deshonra al marido, que es su cabeza, exactamente igual que si se la hubiera rapado. (I Corintios 11, 5)

  • Porque todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, fuimos bautizados en un solo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido del mismo Espíritu. (I Corintios 12, 13)

  • quedarán al descubierto sus secretos íntimos y, postrado de rodillas, adorará a Dios y proclamará que Dios está verdaderamente entre vosotros. (I Corintios 14, 25)

  • las mujeres en las reuniones que se callen, pues no les está permitido hablar; deben estar sometidas a sus maridos, como dice la ley. (I Corintios 14, 34)

  • Y si quieren aprender algo, que pregunten en casa a sus maridos, pues no está bien que la mujer hable en la asamblea. (I Corintios 14, 35)

  • Él nos ha marcado con su sello y ha puesto en nuestros corazones el Espíritu como prenda de salvación. (II Corintios 1, 22)

  • Tengo celos divinos de vosotros, porque os he desposado con un solo marido, os he presentado a Cristo como una virgen pura. (II Corintios 11, 2)

  • tres veces fui azotado con varas, una vez apedreado, naufragué tres veces, he pasado en los abismos del mar un día y una noche; (II Corintios 11, 25)


“Se você não entrega seu coração a Deus, o que lhe entrega?” “Você deve seguir outra estrada. Tire de seu coração todas as paixões deste mundo, humilhe-se na poeira e reze! Dessa forma, certamente você encontrará Deus, que lhe dará paz e serenidade nesta vida e a eterna beatitude na próxima.” São Padre Pio de Pietrelcina