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  • Tomó entonces Abraham a su hijo Ismael, a todos los nacidos en su casa y a todos los comprados con su dinero - a todos los varones de la casa de Abraham - y aquel mismo día les circuncidó la carne del prepucio, como Dios le había mandado. (Génesis 17, 23)

  • Levantó los ojos y he aquí que había tres individuos parados a sur vera. Como los vio acudió desde la puerta de la tienda a recibirlos, y se postró en tierra, (Génesis 18, 2)

  • Luego tomó cuajada y leche, junto con el becerro que había aderezado, y se lo presentó, manteniéndose en pie delante de ellos bajo el árbol. Así que hubieron comido (Génesis 18, 8)

  • Abraham y Sara eran viejos, entrados en años, y a Sara se le había retirado la regla de las mujeres. (Génesis 18, 11)

  • Levantóse Abraham de madrugada y fue al lugar donde había estado en presencia de Yahveh. (Génesis 19, 27)

  • Abimélek, que no se había acercado a ella, dijo: «Señor, ¿es que asesinas a la gente aunque sea honrada? (Génesis 20, 4)

  • pues Yahveh había cerrado absolutamente toda matriz de casa de Abimélek, por lo de Sara, la mujer de Abraham. (Génesis 20, 18)

  • Yahveh visitó a Sara como lo había dicho, e hizo Yahveh por Sara lo que había prometido. (Génesis 21, 1)

  • Abraham puso al hijo que le había nacido y que le trajo Sara el nombre de Isaac. (Génesis 21, 3)

  • Abraham circuncidó a su hijo Isaac a los ocho días, como se lo había mandado Dios. (Génesis 21, 4)

  • Vio Sara al hijo que Agar la egipcia había dado a Abraham jugando con su hijo Isaac, (Génesis 21, 9)

  • Y dijo Abimélek: «No sé quién ha hecho eso. Ni tú me lo habías notificado, ni yo había oído nada hasta hoy.» (Génesis 21, 26)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina