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  • (por ejemplo, si va al bosque con su prójimo a cortar leña y, al blandir su mano el hacha para tirar el árbol, se sale el hierro del mango y va a herir mortalmente a su prójimo), éste puede huir a una de esas ciudades y salvar su vida: (Deuteronomio 19, 5)

  • El profeta Gad dijo a David: «No te quedes en el refugio. Vete y penetra en las tierras de Judá.» Partió David y entró en el bosque de Jéret. (I Samuel 22, 5)

  • El ejército salió al campo, al encuentro de Israel, y se trabó la batalla en el bosque de Efraím. (II Samuel 18, 6)

  • La batalla se extendió por todo aquel contorno y aquel contorno y aquel día devoró el bosque más hombres que la espada. (II Samuel 18, 8)

  • Tomaron a Absalón, le echaron en el bosque en un gran hoyo y pusieron encima un gran montón de piedras; y todo Israel huyó, cada uno a su tienda. (II Samuel 18, 17)

  • Edificó la Casa «Bosque del Líbano», de cien codos de longitud, cincuenta codos de anchura y treinta codos de altura, sobre cuatro filas de columnas de cedro; había capiteles de cedro sobre las columnas. (I Reyes 7, 2)

  • y trescientos escudos pequeños de oro batido, aplicando tres minas de oro en cada escudo. El rey los colocó en la casa «Bosque del Líbano». (I Reyes 10, 17)

  • Todas las copas de beber del rey Salomón eran de oro y toda la vajilla de la casa «Bosque del Líbano» era de oro fino; la plata no se estimaba en nada en tiempo del rey Salomón, (I Reyes 10, 21)

  • El se volvió, los vio y los maldijo en nombre de Yahveh. Salieron dos osos del bosque y destrozaron a 42 de ellos. (II Reyes 2, 24)

  • Por tus mensajeros insultas a Adonay y dices: Con mis muchos carros subo a los cumbres de los montes a las laderas del Líbano, derribo la altura de sus cedros, la flor de sus cipreses, alcanzo el postrer de sus refugios, su jardín del bosque. (II Reyes 19, 23)

  • Griten de júbilo los árboles de los bosque ante Yahveh, pues viene a juzgar la tierra. (I Crónicas 16, 33)

  • y trescientos escudos pequeños de oro batido, aplicando trescientos siclos de oro en cada escudo; el rey los colocó en la casa «Bosque del Líbano». (II Crónicas 9, 16)


“Para consolar uma alma na sua dor, mostre-lhe todo o bem que ela ainda pode fazer.” São Padre Pio de Pietrelcina