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  • Por eso, hasta el día de hoy los sacerdotes de Dagón y los que entran en su templo, en Asdod, no pisan el umbral. (I Samuel 5, 5)

  • Ustedes harán lo siguiente: un tercio de ustedes, los sacerdotes y levitas que entran de servicio el día sábado, montarán guardia en las puertas; (II Crónicas 23, 4)

  • con gozo y alegría entran al palacio real. (Salmos 45, 16)

  • "Esta es la puerta del Señor: sólo los justos entran por ella". (Salmos 118, 20)

  • Al grito de la caballería y los arqueros, huye todo el país: entran en las espesuras, suben a los peñascos, todas las ciudades son abandonadas, no queda un solo habitante. (Jeremías 4, 29)

  • Párate a la puerta de la Casa del Señor, y proclama allí esta palabra. Tu dirás: Escuchen la palabra del Señor, todos ustedes, hombres de Judá que entran por estas puertas para postrarse delante del Señor. (Jeremías 7, 2)

  • Así me habló el Señor: Ve, párate en la puerta del Pueblo, por donde entran y salen los reyes de Judá, y en todas las puertas de Jerusalén, (Jeremías 17, 19)

  • y diles: ¡Escuchen la palabra del Señor, reyes de Judá y Judá todo entero, y todos ustedes, habitantes de Jerusalén que entran por estas puertas! (Jeremías 17, 20)

  • Pero si ustedes no escuchan mi orden de santificar el día sábado, y de no llevar cargas cuando entran por las puertas de Jerusalén en día sábado, entonces yo encenderé en sus puertas un fuego que devorará los palacios de Jerusalén, y no se extinguirá. (Jeremías 17, 27)

  • Tú dirás: Escucha la palabra del Señor, rey de Judá que te sientas en el trono de David, tú y también tus servidores y tu pueblo, que entran por estas puertas. (Jeremías 22, 2)

  • Mientras entran en calor, les preparo un festín, los embriagaré para que se emboten; así dormirán un sueño eterno y no se despertarán -oráculo del Señor-. (Jeremías 51, 39)

  • sus ojos se llenan del polvo levantado por los pies de los que entran. (Baruc 6, 16)


“Dirás tu o mais belo dos credos quando houver noite em redor de ti, na hora do sacrifício, na dor, no supremo esforço duma vontade inquebrantável para o bem. Este credo é como um relâmpago que rasga a escuridão de teu espírito e no seu brilho te eleva a Deus”. São Padre Pio de Pietrelcina