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  • Tú mismo has afirmado: ‘Yo seré bondadoso contigo y haré que tu descendencia sea una multitud incontable como la arena del mar’". (Génesis 32, 13)

  • Jacob dio esa misma orden al segundo, y al tercero, y a todos los demás que iban detrás de las manadas diciéndoles: "Cuando se encuentren con mi hermano Esaú, díganle todo esto. (Génesis 32, 20)

  • Jacob le rogó: "Por favor, dime tu nombre". Pero él respondió: "¿Cómo te atreves a preguntar mi nombre?". Y allí mismo lo bendijo. (Génesis 32, 30)

  • Inmediatamente vino Lía con sus hijos, y también se postraron. Por último se adelantaron José y Raquel, e hicieron lo mismo. (Génesis 33, 7)

  • "No, le dijo Jacob; si quieres hacerme un favor, acepta el regalo que te ofrezco, porque ver tu rostro ha sido lo mismo que ver el rostro de Dios, ya que me has recibido tan afectuosamente. (Génesis 33, 10)

  • Aquel mismo día, Esaú emprendió el camino de regreso a Seír, (Génesis 33, 16)

  • Sobre su tumba Jacob erigió un monumento, el mismo que está en esa tumba hasta el día de hoy. (Génesis 35, 20)

  • Los hijos de Sibeón: Aiá y Aná. Este es el mismo Aná que encontró las aguas termales en el desierto, mientras apacentaba los rebaños de su padre Sibeón. (Génesis 36, 24)

  • Él le respondió: "Busco a mis hermanos. ¿Puedes decirme dónde están apacentando el rebaño?". (Génesis 37, 16)

  • Por aquel tiempo, Judá se alejó de sus hermanos y entró en amistad con un hombre de Adulám llamado Jirá. (Génesis 38, 1)

  • Entonces Judá dijo a su nuera Tamar: "Vive como una viuda en la casa de tu padre, hasta que crezca mi hijo Selá", porque temía que este corriera la misma suerte que sus hermanos. Por eso Tamar se fue a vivir a la casa de su padre. (Génesis 38, 11)

  • Él mismo no ejerce más autoridad que yo en esta casa, y no me ha impuesto ninguna restricción, fuera del respeto que te es debido, ya que eres su esposa. ¿Cómo entonces voy a cometer un delito tan grave y a pecar contra Dios?". (Génesis 39, 9)


“Não desperdice suas energias em coisas que geram preocupação, perturbação e ansiedade. Uma coisa somente é necessária: elevar o espírito e amar a Deus.” São Padre Pio de Pietrelcina