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De allí pasó al país de los amonitas, donde se enfrentó con un ejército numeroso y bien organizado, bajo el mando de Timoteo. (1 Macabeos 5, 6)
y se preparan para asaltar la fortaleza en la que estamos refugiados. Su jefe es Timoteo. (1 Macabeos 5, 11)
Cuando el ejército de Timoteo se dio cuenta de que era el Macabeo, emprendieron la fuga, pero él les dio fuertes golpes y cayeron unos ocho mil enemigos aquel día. (1 Macabeos 5, 34)
Después de estos acontecimientos, Timoteo juntó un nuevo ejército y acampó frente a Rafón, al otro lado del torrente. (1 Macabeos 5, 37)
Judas envió a reconocer el campamento y le trajeron el siguiente informe: «Todos los paganos de esta región se han unido a Timoteo, formando un ejército poderoso. (1 Macabeos 5, 38)
Al ver que Judas se aproximaba al torrente con su ejército, Timoteo dijo a los capitanes de sus tropas: «Si él pasa primero y viene hacia nosotros, nos atacará con tanto empuje que no podremos resistirle; (1 Macabeos 5, 40)
Después, en un encuentro con el ejército de Timoteo y Báquides mataron a más de veinte mil hombres y se adueñaron de ciudades fortificadas. Repartieron los abundantes despojos por partes iguales entre ellos mismos, los que habían sido torturados, los huérfanos, las viudas y los ancianos. (2 Macabeos 8, 30)
Mataron al jefe de los guardias de Timoteo, hombre muy criminal que había hecho mucho mal a los judíos. (2 Macabeos 8, 32)
Al llegar a Ecbatana le informaron de lo ocurrido en Israel a sus dos generales, Nicanor y Timoteo. (2 Macabeos 9, 3)
Timoteo, que había sido vencido antes por los judíos, reunió numerosas fuerzas extranjeras y un gran número de caballos traídos de Asia y se presentó con la intención de conquistar Judea por las armas. (2 Macabeos 10, 24)
Timoteo se refugió en una fortaleza muy bien guardada llamada Gázara, donde mandaba Quereas. (2 Macabeos 10, 32)
Los primeros echaron a tierra las puertas para que entrara el resto del ejército, y se apoderaron de la ciudad. Mataron a Timoteo, que se había escondido en un pozo, así como a su hermano Quereas y a Apolófanes. (2 Macabeos 10, 37)
