5. De pronto, aparecieron unos dedos de mano humana, que escribían sobre el estuco del muro del palacio real, frente al candelabro, y el rey veía el extremo de esa mano que escribía.





“Tenhamos sempre horror ao pecado mortal e nunca deixemos de caminhar na estrada da santa eternidade.” São Padre Pio de Pietrelcina