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  • y envió a su hijo Hadoram al rey David para saludarle y felicitarle por haber atacado y vencido a Hadadézer, ya que Tou estaba siempre en guerra con Hadadézer. Traía Hadoram vasos de plata, oro y bronce. (II Samuel 8, 10)

  • El rey David los consagró también a Yahveh, con la plata y el oro consagrado procedente de todos los pueblos sometidos, (II Samuel 8, 11)

  • Joab dijo al hombre que le avisaba: «Y viéndole ¿por qué no le has derribado allí mismo en tierra, yo te habría dado diez siclos de plata y un cinturón?» (II Samuel 18, 11)

  • El hombre respondió a Joab: «Aunque pudiera pesar en la palma de mi mano mil siclos de plata, no alzaría mi mano contra el hijo del rey, pues ante nuestros oídos te ordenó el rey, a ti, a Abisay y a Ittay: "Guardadme al joven Absalón." (II Samuel 18, 12)

  • Le respondieron los gabaonitas: «No es para nosotros cuestión de oro ni plata con Saúl y su casa, ni se trata de hacer morir a nadie en Israel.» El dijo: «Haré por vosotros lo que me digáis.» (II Samuel 21, 4)

  • Pero el rey dijo a Arauná: «No; quiero comprártelo por su precio, no quiero ofrecer a Yahveh mi Dios holocaustos de balde.» Y David compró la era y los bueyes por cincuenta siclos de plata. (II Samuel 24, 24)

  • Así fue concluida toda la obra que hizo el rey Salomón para la Casa de Yahveh; Salomón hizo traer todo lo consagrado por David su padre, la plata, el oro y los objetos, y lo puso en los tesoros de la Casa de Yahveh. (I Reyes 7, 51)

  • Todas las copas de beber del rey Salomón eran de oro y toda la vajilla de la casa «Bosque del Líbano» era de oro fino; la plata no se estimaba en nada en tiempo del rey Salomón, (I Reyes 10, 21)

  • porque el rey tenía una flota de Tarsis en el mar con la flota de Jiram, y cada tres años venía la flota de Tarsis, trayendo oro, plata, marfil, monos y pavos reales. (I Reyes 10, 22)

  • Y cada uno de ellos traía su presente: objetos de plata, objetos de oro, vestidos, armas y aromas, caballos y mulos, año tras año. (I Reyes 10, 25)

  • Hizo el rey que la plata fuera tan abundante en Jerusalén como las piedras, y los cedros como los sicómoros de la Tierra Baja. (I Reyes 10, 27)

  • Un carro que subía de Egipto valía seiscientos siclos de plata y un caballo 150. Los traían también como intermediarios para todos los reyes de los hititas y todos los reyes de Aram. (I Reyes 10, 29)


“Aquele que procura a vaidade das roupas não conseguirá jamais se revestir com a vida de Jesus Cristo.” São Padre Pio de Pietrelcina