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Vosotros y mi hermano Benjamín veis con vuestros propios ojos que es mi boca la que os habla. (Génesis 45, 12)
No te conduzcas así con el Señor, tu Dios, pues nada hay más odioso y aborrecible a los ojos del Señor que lo que hacían éstos por sus dioses, llegando incluso a sacrificarles en el fuego a sus propios hijos. (Deuteronomio 12, 31)
Tu buey será degollado ante tus propios ojos, y no lo podrás comer; te quitarán tu asno, y no te lo devolverán; tus enemigos se llevarán tus ovejas, y nadie te socorrerá. (Deuteronomio 28, 31)
Entonces ellos clamaron al Señor, y él puso densas tinieblas entre vosotros y los egipcios e hizo volver sobre ellos el mar, que los sumergió. Vosotros habéis visto con vuestros propios ojos lo que hice en Egipto; después vivisteis mucho tiempo en el desierto. (Josué 24, 7)
y tomaron por esposas a sus hijas, casaron a sus propios hijos con las hijas de ellos y adoraron a sus dioses. (Jueces 3, 6)
Hoy mismo has visto con tus propios ojos cómo el Señor te puso en mis manos en la cueva, y no he querido matarte. Te he perdonado, diciéndome: No pondré mi mano sobre mi señor, porque es el ungido del Señor. (I Samuel 24, 11)
Esto dice el Señor: Yo haré surgir el mal de tu propia casa; tomaré ante tus propios ojos a tus mujeres y se las daré a tu prójimo, que se acostará con tus mujeres a plena luz del sol. (II Samuel 12, 11)
Yo no lo quería creer hasta que he venido y lo he visto con mis propios ojos, pero reconozco que no se me había dicho ni la mitad. Tu sabiduría y grandeza sobrepasan la fama que había llegado a mis oídos. (I Reyes 10, 7)
El oficial sobre cuyo brazo solía apoyarse el rey dijo al hombre de Dios: "Aunque el Señor abriera las ventanas del cielo, ¿podría suceder tal cosa?". Eliseo respondió: "Pues bien, tú mismo lo verás con tus propios ojos, pero no comerás de ello". (II Reyes 7, 2)
el oficial respondió al hombre de Dios: "Aunque el Señor abriera las ventanas del cielo, ¿podría suceder tal cosa?"; él había añadido: "Tú mismo lo verás con tus propios ojos, pero no comerás de ello". (II Reyes 7, 19)
A tus propios hijos los llevarán a Babilonia, para convertirlos en eunucos en la corte del rey". (II Reyes 20, 18)
Yo no lo quería creer hasta que he venido y lo he visto con mis propios ojos; pero reconozco que no se me había dicho ni la mitad. Tu sabiduría y tu grandeza sobrepasan con mucho la fama que había llegado a mis oídos. (II Crónicas 9, 6)