Encontrados 542 resultados para: nuestro

  • El Señor, nuestro Dios, lo puso en nuestras manos, y lo derrotamos a él, a sus hijos y a todo el pueblo. (Deuteronomio 2, 33)

  • Desde Aroer, que está al borde del río Arnón, la ciudad que está en el valle, hasta Galaad, no hubo para nosotros ciudad inexpugnable. El Señor, nuestro Dios, las puso todas en nuestras manos. (Deuteronomio 2, 36)

  • Solamente te quedó sin conquistar la tierra de los amonitas, la región del torrente Yaboc, las ciudades de la montaña y todo lo que te había prohibido el Señor, nuestro Dios". (Deuteronomio 2, 37)

  • El Señor, nuestro Dios, puso también en nuestras manos a Og, rey de Basán, y a todo su pueblo, y le derrotamos sin dejar ni un superviviente. (Deuteronomio 3, 3)

  • En efecto, ¿qué nación hay tan grande que tenga dioses tan cercanos a ella como lo está de nosotros el Señor, nuestro Dios, siempre que le invocamos? (Deuteronomio 4, 7)

  • El Señor, nuestro Dios, hizo con nosotros alianza en el Horeb. (Deuteronomio 5, 2)

  • para decirme: Hemos visto al Señor, nuestro Dios, su gloria y su grandeza, y hemos oído su voz en medio del fuego. Hoy hemos comprobado que Dios puede hablar al hombre y quedar éste con vida. (Deuteronomio 5, 24)

  • ¿Por qué, pues, morir devorados por ese gran fuego, si seguimos oyendo la voz del Señor, nuestro Dios? (Deuteronomio 5, 25)

  • Acércate tú, oye lo que te diga el Señor, nuestro Dios, y dinos luego lo que él te haya dicho; nosotros lo escucharemos y lo pondremos en práctica. (Deuteronomio 5, 27)

  • Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor. (Deuteronomio 6, 4)

  • Y el Señor nos ha ordenado poner en práctica todas estas leyes y temer al Señor, nuestro Dios, para que seamos dichosos y vivamos, como nos ha concedido hasta ahora. (Deuteronomio 6, 24)

  • Ésta será nuestra justicia: guardar y poner en práctica íntegramente estos mandamientos en presencia del Señor, nuestro Dios, como él nos lo ha ordenado. (Deuteronomio 6, 25)


“Menosprezai vossas tentações e não vos demoreis nelas. Imaginai estar na presença de Jesus. O crucificado se lança em vossos braços e mora no vosso coração. Beijai-Lhe a chaga do lado, dizendo: ‘Aqui está minha esperança; a fonte viva da minha felicidade. Seguro-vos, ó Jesus, e não me aparto de vós, até que me tenhais posto a salvo’”. São Padre Pio de Pietrelcina