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No podemos bajar si no viene con nosotros nuestro hermano menor, porque no seremos recibidos por aquel hombre si nuestro hermano menor no va con nosotros. (Génesis 44, 26)
cuando vea que no va con nosotros, morirá, y tus siervos harán que las canas de tu siervo, nuestro padre, bajen, de dolor, a la tumba. (Génesis 44, 31)
Pasado aquel año, volvieron al año siguiente y le dijeron: "No podemos ocultar a nuestro señor que se nos ha acabado el dinero; también el ganado es ya de nuestro señor y ahora no nos queda para nuestro señor sino nuestro cuerpo y nuestras tierras. (Génesis 47, 18)
Ellos respondieron: "Tú nos has salvado la vida; hallemos ahora gracia a los ojos de nuestro señor y seremos siervos del Faraón". (Génesis 47, 25)
Ellos escucharán tu voz. Tú con los ancianos de Israel irás al rey de Egipto y le diréis: El Señor, Dios de los hebreos, se nos ha aparecido; déjanos ir a tres días de camino por el desierto para ofrecer sacrificios al Señor nuestro Dios. (Exodo 3, 18)
Ellos le dijeron: "El Dios de los hebreos se nos ha aparecido. Deja que vayamos al desierto, a tres jornadas de camino, para ofrecer sacrificios al Señor, nuestro Dios, no sea que nos castigue con peste o espada". (Exodo 5, 3)
Más aún, exigidles la misma cantidad de ladrillos que antes, sin perdonarles ni uno, pues son unos holgazanes. Por eso dicen: Déjanos ir a ofrecer sacrificios a nuestro Dios. (Exodo 5, 8)
Él respondió: "Mañana". Y Moisés añadió: "Así se hará, para que sepas que no hay otro como el Señor, nuestro Dios. (Exodo 8, 6)
Moisés dijo: "No puede ser, pues ofreceríamos al Señor, nuestro Dios, sacrificios que los egipcios detestan. Si ofrecemos ante sus ojos sacrificios que ellos detestan, nos apedrearán. (Exodo 8, 22)
Tenemos que ir por el desierto tres jornadas de camino para ofrecer sacrificios al Señor, nuestro Dios, según él nos diga". (Exodo 8, 23)
Moisés respondió: "Tú mismo nos has de dar las víctimas para los sacrificios y holocaustos que ofreceremos al Señor, nuestro Dios. (Exodo 10, 25)
Tenemos que llevar también nuestro ganado; no ha de quedar ni una res, porque hemos de tomar de él para ofrecerlo al Señor, nuestro Dios, y no sabemos qué hemos de ofrecer al Señor hasta que lleguemos allá". (Exodo 10, 26)