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  • Eran en total ocho tablones con dieciséis basas de plata, dos debajo de cada tablón. (Exodo 36, 30)

  • uno en cada extremo, formando un solo cuerpo con él (Exodo 37, 8)

  • Cada brazo tenía tres copas en forma de flor de almendro, con su cáliz y pétalos; los seis brazos, que arrancaban del fuste del candelabro, eran iguales. (Exodo 37, 19)

  • cada una de las tres parejas de brazos tenía un cáliz en su parte inferior; los seis exactamente igual. (Exodo 37, 21)

  • en cada uno de sus dos lados. (Exodo 38, 15)

  • Las piedras eran doce, según los nombres de las doce tribus de Israel, grabadas al modo como se graban los sellos, cada una con su nombre, según las doce tribus. (Exodo 39, 14)

  • Cada vez que entraban en la tienda de la reunión y se acercaban al altar, se lavaban, como el Señor había mandado a Moisés. (Exodo 40, 32)

  • Cuando la nube se alzaba del tabernáculo, los israelitas emprendían la marcha para cubrir cada una de las etapas de su viaje. (Exodo 40, 36)

  • Partirá el animal en dos mitades, un ala por cada lado, sin separarlas totalmente, y el sacerdote lo quemará sobre la leña que arde encima del fuego que está sobre el altar: es un holocausto, una ofrenda quemada, un perfume agradable al Señor. (Levítico 1, 17)

  • El fuego permanecerá siempre encendido sobre el altar, sin apagarse nunca. El sacerdote añadirá cada mañana nueva leña, pondrá encima el holocausto y quemará las grasas de los sacrificios de reconciliación. (Levítico 6, 5)

  • De cada ofrenda se reservará una porción como tributo al Señor, la cual será para el sacerdote que haya derramado la sangre del sacrificio de reconciliación. (Levítico 7, 14)

  • Los hijos de Aarón, Nadab y Abihú, tomaron cada uno su incensario, pusieron fuego en él, echaron encima el incienso y ofrecieron ante el Señor un fuego profano que él no les había ordenado. (Levítico 10, 1)


“A pessoa que nunca medita é como alguém que nunca se olha no espelho e, assim, não se cuida e sai desarrumada. A pessoa que medita e dirige seus pensamentos a Deus, que é o espelho de sua alma, procura conhecer seus defeitos, tenta corrigi-los, modera seus impulsos e põe em ordem sua consciência.” São Padre Pio de Pietrelcina