Encontrados 75 resultados para: riqueza

  • El terror y la violencia arrasan la riqueza, así quedará arrasada la casa del orgulloso. (Eclesiástico 21, 4)

  • Como la vid he hecho germinar la gracia, y mis flores son frutos de gloria y riqueza. (Eclesiástico 24, 17)

  • Según sea la leña, así arde el fuego, según su violencia, arde la disputa; según la fuerza del hombre es su furor y conforme a su riqueza sube su ira. (Eclesiástico 28, 10)

  • Ni hay riqueza mejor que la salud del cuerpo, ni contento mayor que la alegría del corazón. (Eclesiástico 30, 16)

  • El insomnio por la riqueza consume las carnes, las preocupaciones que trae ahuyentan el sueño. (Eclesiástico 31, 1)

  • La riqueza y la fuerza realzan el corazón, pero más que las dos, el temor del Señor. En el temor del Señor no existe mengua, con él no hay ya por qué buscar ayuda. (Eclesiástico 40, 26)

  • pues antes que sepa el niño decir "papá" y "mamá", la riqueza de Damasco y el botín de Samaría serán llevados ante el rey de Asur.» (Isaías 8, 4)

  • Como un nido ha alcanzado mi mano la riqueza de los pueblos, y como se recogen huevos abandonados, he recogido yo toda la tierra, y no hubo quien aleteara ni abriera el pico ni piara.» (Isaías 10, 14)

  • por las aguas inmensas. La siembra del canal, la siega del Nilo, era su riqueza, y ella era el mercado de las naciones. (Isaías 23, 3)

  • Oráculo sobre los animales del Négueb. Por tierra de angustia y aridez, de leona y de león rugiente, de áspid y dragón volador, llevan a lomos de pollinos su riqueza, y sobre jiba de camellos sus tesoros hacia un pueblo que no les será útil, (Isaías 30, 6)

  • Sean tus días estables; la riqueza que salva son la sabiduría y la ciencia, el temor de Yahveh sea tu tesoro. (Isaías 33, 6)

  • Y vosotros seréis llamados «sacerdotes de Yahveh», «ministros de nuestro Dios» se os llamará. La riqueza de las naciones comeréis y en su gloria les sucederéis. (Isaías 61, 6)


“Você deve ter sempre prudência e amor. A prudência tem olhos; o amor tem pernas. O amor, como tem pernas, gostaria de correr a Deus. Mas seu impulso de deslanchar na direção dEle é cego e, algumas vezes, pode tropeçar se não for guiado pela prudência, que tem olhos.” São Padre Pio de Pietrelcina