Encontrados 368 resultados para: alma

  • Se inmola un buey, se abate un hombre, se sacrifica una oveja, se desnuca un perro, se ofrece en oblación sangre de cerdo, se hace un memorial de incienso, se bendice a los ídolos. Ellos mismos eligieron sus propios caminos y en sus monstruos abominables halló su alma complacencia. (Isaías 66, 3)

  • Y yo digo: «¡Ay, Señor Yahveh! ¡Cómo embaucaste a este pueblo y a Jerusalén diciendo: "Paz tendréis", y ha penetrado la espada hasta el alma!» (Jeremías 4, 10)

  • - ¡Mis entrañas, mis entrañas!, ¡me duelen las telas del corazón, se me salta el corazón del pecho! No callaré, porque mi alma ha oído sones de cuerno, el clamoreo del combate. (Jeremías 4, 19)

  • Miré, y he aquí que no había un alma, y todas las aves del cielo se habían volado. (Jeremías 4, 25)

  • Y entonces oí una voz como de parturienta, gritos como de primeriza: era la voz de la hija de Sión, que gimiendo extendía sus palmas: «¡Ay, pobre de mí, que mi alma desfallece a manos de asesinos!» (Jeremías 4, 31)

  • ¿Y de esto no pediré cuentas? - oráculo de Yahveh -, ¿de una nación así no se vengará mi alma? (Jeremías 5, 9)

  • ¿Y de esto no pediré cuentas? - oráculo de Yahveh -, ¿de una nación así no se vengará mi alma? (Jeremías 5, 29)

  • Aprende, Jerusalén, no sea que se despegue mi alma de ti, no sea que te convierta en desolación, en tierra despoblada. (Jeremías 6, 8)

  • Y por estas acciones, ¿no les he de castigar? - oráculo de Yahveh -, ¿de una nación así no se vengará mi alma? (Jeremías 9, 8)

  • Dejé mi casa, abandoné mi heredad, entregué el cariño de mi alma en manos de sus enemigos. (Jeremías 12, 7)

  • Sobre todos los calveros del desierto han venido saqueadores (porque una espada tiene Yahveh devorada), de un cabo al otro de la tierra no hubo cuartel para alma viviente. (Jeremías 12, 12)

  • Pero si no le oyereis, en silencio llorará mi alma por ese orgullo, y dejarán caer mi ojos lágrimas, y verterán copiosas lágrimas, porque va cautiva la grey de Yahveh. (Jeremías 13, 17)


“Nunca vá se deitar sem antes examinar a sua consciência sobre o dia que passou. Enderece todos os seus pensamentos a Deus, consagre-lhe todo o seu ser e também todos os seus irmãos. Ofereça à glória de Deus o repouso que você vai iniciar e não esqueça do seu Anjo da Guarda que está sempre com você.” São Padre Pio de Pietrelcina