Encontrados 1785 resultados para: mal

  • Son seres malditos, cuyos ojos no pueden mirar a una mujer sin desearla; seres insaciables de pecado, que seducen a las almas débiles y cuyos corazones sólo conocen la codicia. (II Pedro 2, 14)

  • pero él encontró quien le reprochara su falta: un animal de carga pronunció palabras humanas y puso freno a la insensatez del profeta. (II Pedro 2, 16)

  • Hermanos míos, ustedes están prevenidos. Manténganse en guardia, no sea que, arrastrados por el extravío de los que hacen el mal, pierdan su firmeza. (II Pedro 3, 17)

  • Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos y purificarnos de toda maldad. (I Juan 1, 9)

  • Padres, les escribo porque ustedes conocen al que existe desde el principio. Jóvenes, les escribo porque ustedes han vencido al Maligno. (I Juan 2, 13)

  • Hijos, les he escrito porque ustedes conocen al Padre. Padres, les he escrito porque ustedes conocen al que existe desde el principio. Jóvenes, les he escrito porque son fuertes, y la Palabra de Dios permanece en ustedes, y ustedes han vencido al Maligno. (I Juan 2, 14)

  • No hagamos como Caín, que era del Maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano, en cambio, eran justas. (I Juan 3, 12)

  • Aunque toda maldad es pecado, no todo pecado lleva a la muerte. (I Juan 5, 17)

  • Sabemos que el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Hijo de Dios lo protege, y el Maligno no le puede hacer nada. (I Juan 5, 18)

  • Sabemos que somos de Dios, y que el mundo entero está bajo el poder del Maligno. (I Juan 5, 19)

  • Porque el que lo saluda se hace cómplice de sus malas obras. (II Juan 1, 11)

  • Por eso, cuando vaya, le echaré en cara el mal que hace hablando en contra de nosotros. Y no contento con esto, no quiere recibir a los hermanos, y a los que quisieran recibirlos, les prohíbe que lo hagan y los expulsa de la Iglesia. (III Juan 1, 10)


“O Senhor se comunica conosco à medida que nos libertamos do nosso apego aos sentidos, que sacrificamos nossa vontade própria e que edificamos nossa vida na humildade.” São Padre Pio de Pietrelcina