Encontrados 14 resultados para: lamentación

  • Puso el cadáver en su propia tumba, y le entonaron la lamentación: "¡Ay, hermano mío!". (I Reyes 13, 30)

  • Jeremías compuso una lamentación sobre Josías, y todos los cantores y cantoras han hablado de él en sus cantos fúnebres hasta el día de hoy. Estos cantos se hicieron tradicionales en Israel y ahora están escritos en las Lamentaciones. (II Crónicas 35, 25)

  • Lamentación de David. La que cantó al Señor a propósito de Cus, el benjaminita. (Salmos 7, 1)

  • Todo Israel lloró e hizo un gran duelo por él, y muchos días repitieron esta lamentación: (I Macabeos 9, 20)

  • sino que morirás en paz. Y así como se quemaron perfumes por tus padres, los reyes antiguos que te han precedido, así se quemarán perfumes por ti, y se entonará por ti la lamentación: "¡Ay Señor!". Esta es la palabra que yo te he dicho -oráculo del Señor-. (Jeremías 34, 5)

  • Entona una lamentación sobre los príncipes de Israel. (Ezequiel 19, 1)

  • De su rama ha salido un fuego que devoró sus ramas y sus frutos. Ya no hay en ella ninguna rama vigorosa, ningún cetro de soberanos. Esta es una lamentación, y se la canta como tal. (Ezequiel 19, 14)

  • Ellos entonarán por ti esta lamentación: "¡Cómo has desaparecido, barrida por los mares, tú, ciudad tan ilustre, poderosa en el mar, cuyos habitantes infundían terror en todo el continente! (Ezequiel 26, 17)

  • Hijo de hombre, entona una lamentación sobre Tiro. (Ezequiel 27, 2)

  • Entonarán una lamentación entre gemidos, se lamentarán por ti, diciendo: "¿Quién era igual a Tiro en medio de los mares? (Ezequiel 27, 32)

  • Hijo de hombre, entona una lamentación sobre el rey de Tiro. Tú le dirás: Así habla el Señor: Eras un modelo de perfección, lleno de sabiduría y de acabada hermosura. (Ezequiel 28, 12)

  • Hijo de hombre, entona una lamentación sobre el Faraón, rey de Egipto. Tu le dirás: ¡Estás perdido, león de las naciones! Tú, como un dragón en los mares, resoplabas con tus narices, enturbiabas el agua con tus patas y agitabas sus corrientes. (Ezequiel 32, 2)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina