Encontrados 13 resultados para: maravillados
Tobit, contento y alabando a Dios, salió al encuentro de su nuera a la puerta de Nínive. Todos los que lo veían caminar sin ayuda de nadie quedaban maravillados. Tobit proclamaba delante de ellos que Dios había tenido piedad de él y lo había sanado. (Tobías 11, 16)
quienes al ver a Judit transformada quedaron maravillados de su belleza y le dijeron: (Judit 10, 7)
Cuando apareció Judit ante Holofernes y sus ayudantes, quedaron maravillados de la belleza de su rostro. Ella se puso de rodillas, pero los ayudantes de Holofernes la levantaron. (Judit 10, 23)
Cumplida la orden y pasado algún tiempo, el sol, que antes estaba nublado, volvió a brillar y se encendió una llama tan grande que todos quedaron maravillados. (2 Macabeos 1, 22)
Un día se fue a su pueblo y enseñó a la gente en su sinagoga. Todos quedaban maravillados y se preguntaban: «¿De dónde le viene esa sabiduría? ¿Y de dónde esos milagros? (Evangelio según San Mateo 13, 54)
Jesús agregó: «¿No han leído cierta Escritura? Dice así: La piedra que los constructores desecharon llegó a ser la piedra principal del edificio; ésa fue la obra del Señor y nos dejó maravillados. (Evangelio según San Mateo 21, 42)
Esta es la obra del Señor, y nos dejó maravillados?» (Evangelio según San Marcos 12, 11)
Todos los que escucharon a los pastores quedaron maravillados de lo que decían. (Evangelio según San Lucas 2, 18)
Su padre y su madre estaban maravillados por todo lo que se decía del niño. (Evangelio según San Lucas 2, 33)
Todos lo aprobaban y se quedaban maravillados, mientras esta proclamación de la gracia de Dios salía de sus labios. Y decían: «¡Pensar que es el hijo de José!» (Evangelio según San Lucas 4, 22)
Y como no acababan de creerlo por su gran alegría y seguían maravillados, les dijo: «¿Tienen aquí algo que comer?» (Evangelio según San Lucas 24, 41)
Al ver esto, Pedro se dirigió al pueblo y les dijo: «Israelitas, ¿por qué se quedan tan maravillados? Ustedes nos miran como si hubiéramos hecho caminar a este hombre por nuestro propio poder, o por ser unos santos. (Hecho de los Apóstoles 3, 12)