Encontrados 15 resultados para: ciudadela

  • Envió entonces unos mensajeros a David para decirle: «Ataqué a Rabbá y me apoderé de la ciudadela. (2 Samuel 12, 27)

  • El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, fueron a atacar la ciudadela de Ramot de Galaad. (1 Reyes 22, 29)

  • Palabras de Nehemías, hijo de Helcías. En el mes de Casleu, en el año (20) del rey Artajerjes, estando yo en la ciudadela de Susa, (Nehemías 1, 1)

  • y también una carta para Asaf, el cuidador de los bosques, pues necesito madera para hacer las puertas de la ciudadela, cerca del Templo, para la muralla de la ciudad y la casa en la que yo viviré.» La bondadosa mano de Dios me estaba apoyando, de tal manera que el rey me dio lo que le pedía. (Nehemías 2, 8)

  • Entonces puse a mi hermano Jananí como gobernador de Jerusalén, y a Jananías como jefe de la ciudadela, porque era hombre seguro y un verdadero servidor de Dios. (Nehemías 7, 2)

  • Oh tú, mi fuerza, hacia ti miro, pues Dios es mi ciudadela. (Salmos 59, 10)

  • Pero yo cantaré tu poder, y desde la mañana contaré tus bondades; porque tú has sido para mí una ciudadela y mi refugio en el día de la angustia. (Salmos 59, 17)

  • Pero el Señor es para mí una ciudadela, mi Dios es la roca donde me refugio. (Salmos 94, 22)

  • para caer sobre los judíos y desbaratarlos por sorpresa. Tenía con él la gente de la ciudadela, que lo guiaban. (1 Macabeos 4, 2)

  • Entre tanto, Jonatán pidió al rey que expulsara a los defensores de la ciudadela de Jerusalén y retirara las guarniciones de las fortalezas, porque estaban siempre en guerra contra Israel. (1 Macabeos 11, 41)

  • Envió a Atenobio, uno de sus amigos, para entrevistarse con él y decirle: «Ustedes han ocupado Jafa, Gazer y la ciudadela de Jerusalén, ciudades de mi reino. (1 Macabeos 15, 28)

  • Cuando estuvo allí, convocó a sus compatriotas y a los sacerdotes, se puso ante el altar y mandó a buscar a los de la ciudadela; (2 Macabeos 15, 31)


“A pessoa que nunca medita é como alguém que nunca se olha no espelho e, assim, não se cuida e sai desarrumada. A pessoa que medita e dirige seus pensamentos a Deus, que é o espelho de sua alma, procura conhecer seus defeitos, tenta corrigi-los, modera seus impulsos e põe em ordem sua consciência.” São Padre Pio de Pietrelcina