Evangelio de hoy – Sábado, 27 de abril de 2024 – Juan 14:7-14 – Biblia Católica

Primera Lectura (Hechos 13,44-52)

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

El sábado siguiente, casi toda la ciudad se reunió para escuchar la palabra de Dios.

Al ver aquella multitud, los judíos se llenaron de envidia y, blasfemando, se opusieron a lo que decía Pablo.

Entonces, con gran valentía, Pablo y Bernabé declararon: “Era necesario anunciaros primero la palabra de Dios. Pero ya que la rechazáis y os consideráis indignos de la vida eterna, sepan que vamos a dirigirnos a los paganos.

Porque este es el mandamiento que el Señor nos ha dado: ‘Te he puesto por luz de las naciones, para que lleves la salvación hasta los confines de la tierra'”.

Los paganos se alegraron mucho al oír esto y glorificaron la palabra del Señor. Todos los que estaban destinados a la vida eterna abrazaron la fe.

De esta manera la palabra del Señor se difundió por toda la región.

Pero los judíos instigaron a las mujeres ricas y religiosas, así como a los hombres influyentes de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron de su territorio.

Entonces los apóstoles se sacudieron el polvo de los pies y se dirigieron a la ciudad de Iconio.

Los discípulos, sin embargo, se llenaron de gozo y del Espíritu Santo.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Juan 14,7-14)

— Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Juan.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si me conocieseis, conoceríais también a mi Padre. Y desde ahora le conocéis y le habéis visto”. Felipe dijo: “¡Señor, muéstranos al Padre, eso nos basta!” Jesús respondió: “Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo puedes decir: ‘Muéstranos al Padre’? No crees que yo soy”. ¿En el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mí mismo, sino que es el Padre quien, permaneciendo en mí, hace sus obras: Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. menos, a causa de estas mismas obras, de cierto, de cierto os digo, que el que cree en mí hará las obras que yo hago, y aun mayores cosas que éstas, porque yo voy al Padre, y todo lo que yo hago. pidiereis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si pidiereis algo en mi nombre, lo haré”.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy los invito a emprender un viaje espiritual que nos llevará a un encuentro profundo con los pasajes bíblicos que acabamos de leer. Así como viajar nos desafía y nos lleva a lugares desconocidos, estas Escrituras nos invitan a explorar las profundidades de la fe y descubrir tesoros espirituales que transformarán nuestras vidas.

Imagínese en una calle muy transitada, llena de gente buscando algo. Cada uno de nosotros tiene nuestras propias necesidades, deseos e incertidumbres. Pero en el fondo, todos buscamos una conexión con algo más grande, una respuesta a nuestras preguntas más profundas. Es en esta búsqueda que encontramos las palabras de Pablo en la primera lectura.

Pablo y Bernabé proclamaron el Evangelio a una multitud sedienta de esperanza. Y el resultado fue fascinante. Algunos oyentes acogieron con alegría el mensaje y se abrieron a la fe, mientras que otros, cegados por la incredulidad, rechazaron el Evangelio. Esta respuesta diversa nos recuerda que la fe es una elección personal, una decisión que cada uno de nosotros debe tomar.

Pero ¿qué nos lleva a esta elección? ¿Qué nos lleva a abrazar el Evangelio con alegría y fe? La respuesta la encontramos en el Evangelio de Juan, donde Jesús nos invita a conocerlo, a experimentar su presencia y a descubrir el camino hacia el Padre.

Jesús dice: “El que me ha visto, ha visto al Padre… Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí”. Estas palabras nos revelan la naturaleza divina de Jesús y su unidad con el Padre. Él es la imagen perfecta del Padre, y en Él encontramos la plenitud del amor y la verdad. Al conocer a Jesús, conocemos a Dios mismo y encontramos la respuesta a nuestras búsquedas más profundas.

Pero ¿cómo podemos encontrar a Jesús? ¿Cómo podemos conocerlo de manera personal e íntima? Aquí es donde la belleza de la fe se hace evidente. A través de las Escrituras, la oración y los sacramentos, Jesús se nos revela. Él nos habla en cada página de la Biblia, en cada momento silencioso de oración, y se entrega a nosotros en el pan y el vino de la Eucaristía. Él está a nuestro alcance, listo para encontrarnos donde estemos.

Queridos hermanos y hermanas, ésta es una verdad maravillosa, pero también un desafío para nosotros. ¿Cómo podemos responder a esta invitación de Jesús? ¿Cómo podemos buscar una conexión más profunda con Él en nuestro viaje espiritual?

Permítanme compartir una historia para ilustrar este punto. Había un hombre llamado Pedro que se sentía desanimado y perdido en su búsqueda de sentido. Anhelaba una experiencia personal con Dios, pero parecía que Dios estaba lejos. Un día, Pedro encontró un pequeño grupo de personas que se reunían para estudiar la Biblia y orar juntos. Decidió unirse a ellos y, mientras profundizaba en las Escrituras y compartía sus preguntas y experiencias con otros, Pedro comenzó a experimentar la presencia viva de Jesús. Descubrió que cuando se abrió a la comunidad y buscó a Dios con un corazón sincero, Jesús lo encontró y transformó su vida.

Queridos amigos, esta historia nos enseña algunas lecciones importantes. Primero, como Pedro, debemos buscar la comunidad de fe. Encontremos otros viajeros de fe, personas que estén dispuestas a caminar junto a nosotros, compartiendo sus experiencias y aprendiendo juntos. Busquemos una comunidad donde podamos estudiar las Escrituras, orar y encontrar apoyo mutuo. Es en este ambiente de amor y de compartir donde Jesús se nos revela.

Además, así como Pedro profundizó en las Escrituras, nosotros debemos hacer lo mismo. La Biblia es un tesoro de sabiduría divina, una carta de amor escrita por Dios para cada uno de nosotros. Reserva un tiempo cada día para estudiar y meditar en las Escrituras, permitiéndoles iluminar nuestro camino y guiarnos. Encuentra pasajes que hablen directamente a tu corazón y reflexiona sobre ellos. Deja que la Palabra de Dios cobre vida en tu vida.

Y no olvides la oración. La oración es el medio por el cual nos comunicamos con Dios, abrimos nuestro corazón y escuchamos su voz. Dedica momentos de silencio en tu rutina diaria para buscar la presencia de Dios, hablar con Él y escuchar su guía. A través de la oración, podemos cultivar una relación íntima con nuestro Señor.

Queridos hermanos y hermanas, al emprender este viaje espiritual, es importante recordar que nuestra fe no es sólo una teoría intelectual, sino una experiencia viva y transformadora. Debe afectar a todos los ámbitos de nuestras vidas e impulsarnos a la acción.

Volvamos al ejemplo de Pedro. Al experimentar la presencia de Jesús en su vida, comenzó a amar más profundamente, a perdonar más generosamente y a servir con alegría. Su fe se hizo tangible en sus acciones cotidianas. Asimismo, estamos llamados a vivir nuestra fe en todas las dimensiones de nuestra vida: en nuestras relaciones, en el trabajo, en las decisiones que tomamos diariamente.

Cuando encontramos a Jesús, encontramos el camino hacia el Padre y ese camino nos lleva a una vida de amor, servicio y santidad. Tal como dijo Jesús: “El que cree en mí, las obras que yo hago, hará, y aún mayores que éstas hará”. Estamos llamados a ser discípulos activos de Jesús, reflejando su amor y gracia al mundo.

Queridos amigos, al concluir esta homilía, los invito a cada uno de ustedes a reflexionar sobre su propio viaje espiritual. ¿Dónde estás en este viaje? ¿Estás buscando sinceramente un encuentro íntimo con Jesús? ¿Estás abierto a escuchar Su voz y permitirle transformar tu vida?

Hoy, Jesús nos invita a conocerlo más profundamente, a abrir los ojos de la fe y a experimentar su presencia viva. Nos llama a caminar juntos como comunidad de fe, a estudiar las Escrituras, a orar y a vivir según las enseñanzas del Evangelio. Él nos llama a ser sus discípulos activos, reflejando su amor y gracia al mundo.

Que el Espíritu Santo nos guíe en este camino espiritual, concediéndonos sabiduría, valentía y discernimiento. Oremos unos por otros para que podamos crecer en nuestra relación con Jesús y ser testigos de su amor en nuestras vidas.

Ora conmigo:

Padre Celestial, gracias por llamarnos a conocer a Tu Hijo Jesús. Danos la gracia de buscar Tu presencia en nuestra vida diaria. Ayúdanos a encontrar comunidades de fe que nos apoyen y nos inspiren a crecer en nuestra relación contigo. Permítenos estudiar las Escrituras y orar fervientemente, para que podamos conocer Tu voluntad y vivir de acuerdo a Tus enseñanzas. Que el Espíritu Santo nos guíe y fortalezca en nuestro camino espiritual. Por Cristo nuestro Señor, Amén.