Evangelio de hoy – Martes, 16 de abril de 2024 – Juan 6:30-35 – Biblia Católica

Primera Lectura (Hechos 7,51-8,1a)

Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, Esteban dijo al pueblo, a los ancianos y a los maestros de la ley: “¡Hombres testarudos, insensibles e incircuncisos de corazón y de oídos! ¡Siempre resististe al Espíritu Santo y como actuaron tus padres, tú también! ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Mataron a los que anunciaban la venida del Justo, del cual vosotros ahora os habéis convertido en traidores y asesinos. ¡Recibisteis la Ley por medio de los ángeles y no la guardasteis!

Al oír estas palabras, se enojaron y rechinaron los dientes contra Esteban. Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios. Y él dijo: Veo el cielo abierto y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios.

Pero ellos, dando grandes voces y tapándose los oídos, se abalanzaron contra Esteban; Lo arrastraron fuera de la ciudad y comenzaron a apedrearlo. Los testigos dejaron sus ropas a los pies de un joven llamado Saúl. Mientras lo apedreaban, Esteban gritó diciendo: “Señor Jesús, recibe mi espíritu”. Doblando sus rodillas, gritó con voz fuerte: “Señor, no los condenes por este pecado”. Y diciendo esto, murió. Saulo fue uno de los que aprobó la ejecución de Esteban.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Juan 6,30-35)

— Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Juan.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, la multitud preguntó a Jesús: ¿Qué señal haces para que podamos verte y creer en ti? ¿Qué trabajos haces? Nuestros padres comieron maná en el desierto, como está escrito en la Escritura: “Les dio a comer pan del cielo”.

Jesús respondió: “De cierto, de cierto os digo, que no fue Moisés quien os dio el pan que bajaba del cielo. Es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da vida al mundo”.

Luego pidieron: “Señor, danos siempre este pan”. Jesús les dijo: “Yo soy el pan de vida. El que a mí viene, nunca tendrá hambre, y el que cree en mí, nunca tendrá sed”.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy les traigo un mensaje que conecta directamente con nuestras experiencias diarias, ya que abordaremos un tema fundamental en nuestras vidas: nuestra relación con Dios y la búsqueda de la verdadera satisfacción espiritual.

¿Cuántas veces nos encontramos buscando algo que llene el vacío en nuestro corazón? Buscamos satisfacción en las riquezas, el éxito, las relaciones fugaces y muchas otras cosas efímeras. Sin embargo, como nos recuerda el pasaje bíblico de hoy, sólo en Dios encontramos la verdadera plenitud.

En la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles vemos el ejemplo de Esteban, un hombre lleno del Espíritu Santo. Enfrentó oposición y persecución a causa de su fe, pero se mantuvo firme. Frente a sus acusadores, Esteban proclamó audazmente la verdad, enfrentándolos con sus duras palabras: “¡Hombres duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos, resistís siempre al Espíritu Santo!” (Hechos 7:51).

Estas palabras resuenan en nuestros corazones hoy, ya que nosotros también estamos llamados a examinar nuestras propias vidas y preguntarnos si estamos abiertos a la voz del Espíritu Santo. ¿Cuántas veces nos hemos resistido a Su guía, prefiriendo seguir nuestros propios caminos egoístas? Es un recordatorio de que debemos humillarnos constantemente ante Dios, reconociendo que sólo Él puede verdaderamente satisfacernos.

Y el Evangelio de Juan nos revela la respuesta de Jesús a quienes le interrogaban: “¿Qué milagros haces para que podamos verte y creer en ti? ¿Qué obras haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como en la Escritura: Les dio a comer el pan del cielo” (Juan 6:30-31). Y Jesús les responde: “Yo soy el pan de vida. El que a mí viene, nunca tendrá hambre, y el que cree en mí, nunca tendrá sed” (Juan 6:35).

Estas palabras de Jesús son profundas y llenas de significado. Se compara con el maná que Dios dio a los israelitas en el desierto, pero va más allá, revelándose como pan de vida. Así como el maná sostuvo físicamente al pueblo de Israel, Jesús vino a alimentarnos espiritualmente. Es el alimento que verdaderamente satisface nuestra hambre y sed, llenando los vacíos de nuestro corazón.

Al reflexionar sobre estos pasajes, somos desafiados a examinar nuestras propias vidas y buscar una relación más profunda con Dios. ¿Cuántas veces buscamos satisfacción en las cosas temporales, mientras Jesús nos llama a encontrarlo como el verdadero sustento de nuestras almas? Nos invita a abrir nuestro corazón y entregarnos completamente a Él.

Imagínese una persona hambrienta que busca desesperadamente comida. Puede tener todo el dinero del mundo, pero si no come, seguirá hambrienta y débil. De la misma manera, podemos tener todos los placeres y logros de este mundo, pero hasta que no nos alimentemos del pan de vida, permaneceremos sedientos e insatisfechos.

Queridos hermanos y hermanas, el mensaje de hoy es claro: sólo en Jesús encontramos la verdadera satisfacción. Sólo en Su amor incondicional, Su gracia abundante y Su infinita misericordia encontramos la plenitud de vida que tanto deseamos.

Por lo tanto, los invito a cada uno de ustedes a tomar un descanso de sus ocupadas vidas y reflexionar sobre cómo buscan la realización. Es hora de abandonar las cosas efímeras de este mundo y volver la mirada a Jesús, el pan de vida. Nos llama a acercarnos a Él, a sumergirnos en su Palabra, a nutrirnos de la Eucaristía y a entregarnos completamente a Él.

Cuando nos entregamos a Jesús y lo colocamos en el centro de nuestras vidas, descubrimos que no sólo encontramos satisfacción, sino también verdadero propósito y significado. Él transforma nuestras vidas y nos capacita para vivir de acuerdo con sus enseñanzas.

Quiero compartir con ustedes una historia que ilustra esta verdad. Había una mujer llamada María que pasó gran parte de su vida buscando satisfacción y plenitud en los placeres mundanos. Buscó la alegría en las fiestas, las relaciones fugaces y la búsqueda incesante de riquezas materiales. Sin embargo, incluso con todos estos logros, sentía un vacío interior que no podía llenar.

Un día, María decidió visitar una iglesia local, donde escuchó un sermón sobre el amor y la gracia de Jesús. Ella quedó profundamente conmovida por esas palabras y decidió entregarse a Él con todo su corazón. María comenzó a leer la Biblia, a buscar compañerismo con otros cristianos y a participar regularmente en la Eucaristía.

A medida que María se acercaba más a Jesús, comenzó a experimentar una transformación interior. El vacío en tu corazón se llenó con la paz de Dios, y la búsqueda de satisfacción fue reemplazada por un gozo profundo que sólo puede venir de Él. María descubrió que la verdadera satisfacción no está en las cosas de este mundo, sino en la presencia de Jesús en su vida.

Queridos hermanos y hermanas, la historia de María es un poderoso recordatorio de que la búsqueda de la verdadera satisfacción sólo se puede encontrar en Jesús. Nos invita a abandonar las ilusiones del mundo y acudir a Él como único camino hacia la plenitud de vida.

Al concluir esta homilía, quiero animarlos a reflexionar sobre cómo las lecciones de estos pasajes bíblicos se aplican a su vida cotidiana. ¿Cómo has buscado satisfacción? ¿Dónde has puesto tu esperanza y confianza?

Hoy Jesús os ofrece su amor, su gracia y su presencia transformadora. Les invita a acercarse a Él, a entregarse por completo y a encontrar la verdadera satisfacción en Su persona.

Que cada uno de ustedes experimente la plenitud de vida que sólo se puede encontrar en Jesús. Que seáis nutridos con el pan de vida y saciados con el agua viva que Él ofrece. Que encuentres fuerza y consuelo en Su presencia constante en medio de las luchas y desafíos de la vida.

Y finalmente, que te sientas motivado a vivir de acuerdo con las enseñanzas de las Escrituras, compartiendo el amor de Jesús con los demás y buscando la verdadera satisfacción en Su presencia.

Que la gracia de Dios te acompañe en tu camino espiritual y que encuentres alegría y plenitud duraderas en Jesús, el pan de vida.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.