Evangelio de hoy – Martes, 19 de marzo de 2024 – Mateo 1,16.18-21.24a – Biblia Católica

Primera Lectura (2Sm 7,4-5a.12-14a.16)

Lectura del Segundo Libro de Samuel.

En aquellos días, la Palabra del Señor fue dirigida a Natán en estos términos: “Ve y dile a mi siervo David: ‘Esto dice el Señor: Cuando llegue el fin de tus días y descanses con tus padres, entonces te haré Levanta un hijo después de ti, tuyo, y yo estableceré su reino. Él será el que edificará una casa a mi nombre, y yo estableceré su trono real para siempre. Seré para él un padre y él será un hijo para mí. Tu casa y tu reino serán estables para siempre delante de mí, y tu trono será firme para siempre”.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Segunda Lectura (Rm 4,13.16-18.22)

Lectura de la Carta de San Pablo a los Romanos.

Hermanos, no fue por la Ley, sino por la justicia que viene por la fe, que Dios prometió el mundo en herencia a Abraham o a su descendencia. Es en virtud de la fe que alguien se convierte en heredero. Por tanto, la condición de heredero es una gracia, un don gratuito, y la promesa de Dios sigue siendo válida para toda la descendencia de Abraham, tanto para la descendencia que se adhiere a la Ley como para la que se apoya únicamente en la fe de Abraham, que es el padre. de todos nosotros. Porque está escrito: “Te he hecho padre de muchos pueblos”. Es padre ante Dios, porque creía en Dios que da vida a los muertos y hace existir lo que antes no existía. Contra toda esperanza humana, se mantuvo firme en la esperanza y la fe. Así, se convirtió en padre de muchos pueblos, como le dijeron: “Así será tu posteridad”. Esta actitud de fe le fue acreditada como justicia.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Mt 1,16.18-21.24a)

— PROCLAMACIÓN del Evangelio de Jesucristo según San Mateo.

— Gloria a ti, Señor.

Jacob engendró a José, marido de María, de quien nació Jesús, llamado el Cristo. El origen de Jesucristo fue así: María, su madre, fue prometida en matrimonio a José, y, antes de que vivieran juntos, quedó embarazada por acción del Espíritu Santo. José, su marido, fue justo y, no queriendo denunciarla, decidió abandonar a María, en secreto. Mientras José pensaba en esto, he aquí el ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, Hijo de David, no temas tomar a María por tu esposa, porque ella concibió por obra del Espíritu Santo. . Ella dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Cuando José despertó, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado.

— Palabra de Salvación.

— ¡Gloria a ti, Señor!

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy me gustaría compartir con ustedes un mensaje de esperanza y propósito, un mensaje que nos conecta con nuestras experiencias diarias y nos lleva a un encuentro profundo con la Palabra de Dios. Es un mensaje que nos lleva a reflexionar sobre la gracia divina, el amor incondicional y la promesa de un futuro lleno de propósito y significado.

Imagina la escena: estás en casa, rodeado de responsabilidades cotidianas. Quizás estés luchando con tus propias dudas, miedos e incertidumbres. Tal vez esté enfrentando desafíos en su trabajo, sus relaciones o su salud. En medio de todo esto, es fácil sentirse perdido, sin rumbo y sin esperanza.

Pero hoy, las Escrituras nos hablan de un Dios que está presente en medio de nuestras luchas e incertidumbres, un Dios que tiene un plan y un propósito para cada uno de nosotros. En la primera lectura de hoy, del Segundo Libro de Samuel, vemos que se le recuerda al rey David la promesa de Dios de establecer un reino eterno a través de su linaje. Esta promesa nos recuerda que Dios siempre está trabajando detrás de escena, incluso cuando no podemos verlo o comprenderlo completamente.

Al igual que David, cada uno de nosotros tiene un papel fundamental en la historia de Dios. Estamos llamados a creer en la promesa divina, incluso cuando todo parece imposible. En la segunda lectura, san Pablo nos recuerda que la fe de Abraham lo hizo justo ante Dios. Abraham creía en las promesas divinas, incluso cuando las circunstancias parecían contrarias. Puso su confianza en Dios, y esta fe le fue contada como justicia.

Queridos hermanos y hermanas, la fe de Abraham nos desafía a creer en las promesas de Dios, incluso cuando somos tentados a dudar. Cuando enfrentamos dificultades, es fácil perder la esperanza. Pero la historia de Abraham nos recuerda que Dios es fiel a sus promesas, incluso cuando todo parece imposible a nuestros ojos.

Y es en esta fe que llegamos al Evangelio de hoy, que nos lleva al corazón del mensaje de salvación. A través de la historia de José, el esposo de María, se nos invita a contemplar el poder transformador del amor y la confianza en la guía divina. José, un hombre justo, enfrentó el dilema de descubrir que María estaba embarazada antes de que vivieran juntos como marido y mujer.

Pero fue durante este tiempo de confusión e incertidumbre que José escuchó la voz de Dios en un sueño, que le reveló el propósito divino detrás del embarazo de María. Fue llamado a asumir el papel de padre adoptivo de Jesús, el Hijo de Dios encarnado. José podría haber retrocedido ante esta responsabilidad, pero su fe y obediencia lo llevaron a aceptar la voluntad de Dios.

Como José, estamos llamados a escuchar la voz de Dios en medio de nuestras propias perplejidades e incertidumbres. Dios a menudo nos llama a asumir roles y responsabilidades que están más allá de nuestro entendimiento. Nos invita a confiar en su sabiduría y guía, incluso cuando no podemos ver el panorama completo.

Queridos hermanos y hermanas, hoy estamos invitados a reflexionar sobre el papel que cada uno de nosotros desempeña en la historia de la salvación. Estamos llamados a creer en las promesas de Dios, a confiar en su guía y a responder con fe y obediencia. Incluso cuando nos enfrentamos a desafíos e incertidumbres, podemos estar seguros de que Dios está con nosotros, guiándonos y fortaleciéndonos.

Al igual que David, Abraham y José, cada uno de nosotros tiene un papel importante que desempeñar en la historia de Dios. Cada uno de nosotros está llamado a ser testigo del amor divino en un mundo que a menudo parece desesperado y desorientado. Es a través de nuestras acciones diarias, nuestras palabras y las relaciones que construimos que podemos compartir el amor de Dios con los demás.

A veces puede parecer que nuestros esfuerzos son insignificantes en comparación con los desafíos del mundo. Pero recuerda que Dios no nos pide que realicemos grandes actos heroicos. Nos pide que seamos fieles en las pequeñas cosas, que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos, que perdonemos a quienes nos hacen daño, que tiendamos la mano a los necesitados.

Cada acción amorosa, cada palabra de aliento, cada gesto de bondad tiene el poder de transformar vidas. Cuando nos permitimos ser instrumentos del amor divino, abrimos el camino para que florezcan la gracia y la esperanza. Y eso es lo que el mundo tanto necesita hoy.

Queridos hermanos y hermanas, que este mensaje de la Palabra de Dios toque nuestros corazones y nos inspire a vivir de acuerdo con la voluntad divina. Que seamos personas de fe, que confiemos en las promesas de Dios aún cuando todo parezca imposible. Que seamos personas de amor, que compartamos el amor de Dios con todos los que encontremos en nuestro camino. Y que seamos personas de esperanza, que crean que, a pesar de las tribulaciones y desafíos, Dios está con nosotros y nos conducirá a un futuro lleno de propósito y significado.

Que el Espíritu Santo nos fortalezca y guíe en nuestro llamado como discípulos de Cristo. Que nos ayude a discernir la voluntad de Dios en nuestras vidas y nos dé el valor y la confianza para seguirla. Y que, juntos, podamos ser testigos vivos del amor y la gracia divinos en este mundo necesitado.

Oren, hermanos y hermanas míos, por la guía divina en sus vidas. Busquen la Palabra de Dios con humildad y apertura de corazón. Y, sobre todo, poner en práctica lo aprendido, viviendo de acuerdo con las enseñanzas de Jesucristo. Que la gracia de Dios esté con ustedes, los fortalezca y los guíe en cada momento de sus vidas.

Que así sea. Amén.